martes, 2 de febrero de 2010

sobre la pretensión de racionalidad y de veracidad

Sobre la pretensión de racionalidad.-

Precisamente tiene que haber una dialéctica para que no haya primeramente objetualización humana (alienación), y luego también lo que llamamos subjetividad emotivista, yo pienso que entre esos dos juegos de conceptos anda la cosa.

Hoy día lo que se intenta buscar es la “racionalidad” de las cosas y es esto lo que da legitimidad y objetividad, según la teoría crítica de Habermas, y esta legitimidad se consigue por la pretensión de validez de los enunciados normativos o asertivos, y se habla entonces de la validez “intersubjetivamente” conseguida, o la pretensón de validez que es, por tanto, una pretensión de validez intersubjetiva.

Para que exista una pretensión de validez se presuponen unos requisitos o condiciones de la validez de los enunciados, primero está la pretensión de “veracidad”, lo que decimos y la intención subjetiva de nuestras afirmaciones no puede caer en contradicción performativa con lo que estoy haciendo ahora, no puedo prometer algo que sé que no voy a poder cumplir, por ejemplo.

Luego está la pretensión de “verdad”, respecto a la pretensión de existencia, cabe en los juicios sobre “es o no es”, y aquí el principio de falsabilidad tiene también cabida.

Tenemos también la pretensión de “sentido” o de inteligibilidad, tengo que hablar un lenguaje que sea entendido por todos los interlocutores, que no se preste a un doble sentido, o a un sentido especial del contexto, y en todo caso se puede discutir el sentido para ponerse de acuerdo.

La última pretensión es la de “rectitud moral”, o lo que tú llamas Gustavo, la pretensión de honestidad, que sería el lugar donde vendría a confluir la suma de todas estas prentensiones, y además se supone que debo estar de acuerdo con usar la argumentación racional para llegar a un acuerdo, mediante convicciones y no mediante persuasión, aunque es muy probable que en la racionalidad que tiene un uso también estratégico, puedan en ella caber las persuasiones, las promesas de una ventaja, el regalo de un beneficio, pero hemos de ser ante todo consecuentes y usar la argumentación racional entre todos los participantes en una discusión, con iguales derechos de participación, y que todos del mismo modo puedan ponerse de acuerdo, sin que uno abuse de unas ventajas sobre otro y sin intuicionismos o sugestionalismos; y lo que es más importante sin que tenga que llegarse al uso de la violencia o de la amenaza, que este sería el argumento estratégico que rompería con la racionalidad del discurso en su totalidad, pues de lo que se trata es de reflexivamente y honestamente llegar a un acuerdo por la argumentación racional.

Yo creo que respetando estos requisitos puede existir la racionalidad y la racionalidad argumentativa, con objetividad, es decir como pretensión de validez intersubjetiva.

Y por otra parte, sin caer en dogmatismos, de los que en otras épocas se han abusado también al usar este concepto de racionalidad, se trata de una racionalidad argumentativa y de unas reglas del discurso democráticas e intersubjetivamente dadas pero que tienen que ser revisadas de acuerdo con el momento dado.
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Y todo esto viene a cuento, Gustavo, de la honradez y de una ética argumentativa, y tampoco me pasa desapercibido lo que dices de que te gusta hablar de lo desapercibido por otros.

Esto es muy interesante en ti, y me recuerda en cierta forma el pensamiento de María Zambrano, ella quería hablar de lo desapercibido también por la misma razón, y por eso se puso a buscar en los sueños, en la memoria, en la madre, en lo telúrico de la tierra, en la sierpe animal, en donde quizás los demás no tenemos tanto tiempo para buscar o percibir. Y yo creo que si tú tienes ese tiempo y esa dedicación ahora pues está muy bien quererla buscar. Pero esto no te exime te digo de la prueba de falsabilidad ni de la racionalidad, es decir, de la contrastación de la verdad con los medios de comunicación que tenemos. Nuestra pretensión de certeza muchas veces es limitada porque no se puede contrastar toda la verdad o porque la intencionalidad está pendiente de un acto futuro o de que no haya contradicción con nuestros actos. En fin, esto es algo más de teoría de la argumentación.

Aunque realmente lo importante y donde se están fijando ahora más los filósofos es otra vez en hacer “teoría social”, más que teoría del lenguaje, y quizás tu intuición te lleva también por ahí, en investigar la historia y sobre todo los comportamientos sociales, que son más relevantes en ciertas organizaciones, yo creo que ahí se puede decir mucho.

Es cierto que si nos comportásemos espontáneamente de una manera sympathetica la moral y la etica tendrían escaso papel socializador. Sin embargo, los deberes sólo echan raíces cuando se interconexionan con esos sentimientos de empatía más o menos tímidos e incipientes que asoman en el subsuelo de nuestra personalidad.

Por tanto, todo lo que he dicho antes sobre la racionalidad se debería compensar con una ética intuicionista como la de Moore que se cimenta en valores puramente individualistas ya que lo que percibimos o intuimos como el supremo bien o lo bueno en sí que no precisa ningún otro aditamento para ser valioso, aquello que es, según sus propias palabras la raison d’être of virtue, y está constituido por los placeres derivados de las relaciones entre los hombres (obsérvese la veta aristotélica y epicúrea en la alta valoración de la amistad y el goce de los objetos hermosos). Ciertamente esto no es un liberalismo cualquiera, es una igualdad liberal más bien.

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