sábado, 23 de mayo de 2009

La simpatheia, y algo de Zenon el estoico

La simpatheia

Buenas noches,

voy a seguir por aquí traduciendo tus palabras a la filosofía, despues de leer buena literatura.

Porque está la corriente aquella de para quien los sentimientos de compasión, de simpatía ajena, como los que buscan la inclinación espontánea del goce deben ceder frente al triunfo del deber moral. (Kant).
Como resulta evidente se contrapone a toda la tradición ética, desde Platón hasta Mill, estos aseguran que el deber sólo puede basarse en aquello que haríamos con gusto si poseyésemos la capacidad de amor, amistad, desprendimiento, generosidad o empatía suficiente.

El sentimiento de compasión y de simpatía tierna por el contrario cuando precede a la reflexión sobre qué sea el deber y se convierte en fundamento de determinación, “es pesado incluso a las personas que piensan bien... y produce el deseo de liberarse de él y someterse sólo a la razón legisladora”.

Cuando se erige la eudemonía, el principio de la felicidad, en vez de la eleuteronomía, el principio de la libertad de la legislación interior, entonces la consecuencia es la muerte de toda moral.

Es cierto que la insistencia en el respeto a los demás ocupa el primer plano en la ética kantiana. Según una de las formulaciones del imperativo categórico se nos indica “obra de tal suerte que uses la humanidad tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”, “porque el hombre no puede ser utilizado únicamente como medio por ningún hombre sino siempre a la vez como fin y en esto consiste su dignidad”.

El rigorismo lleva a Kant a despreciar éticamente los sentimientos de empatía que pudiera albergar cualquier corazón humano.
Esas almas que encuentran un verdadero placer en distribuir alegría en torno suyo, realizan actos benéficos sin duda pero totalmente carentes de valor moral, de acuerdo con la concepción kantiana. En tales casos, “semejantes actos, por muy conformes que sean al deber, por muy dignos de amor que sean no tienen un valor moral verdadero.”
Por el contrario el hombre con escasas dotes para la filantropía que sea por lo demás honrado aunque frío de temperamento e indiferente a los dolores ajenos, ¿no encontrará, sin embargo, en sí mismo un cierto germen capaz de darle un valor mucho más alto que el que puede derivarse de un temperamento bueno?
Esta singular y pesimista concepción de la naturaleza humana no sólo dará lugar a un rechazo injustificable del hedonismo universal como teoría ética, sino, lo que es mucho más grave propiciará una concepción restringida y estrecha de la moralidad fundamentada no en el amor sino en el frío respeto.

Así en Kant la omisión de los deberes de amor es simplemente falta de virtud (peccatium) pero la omisión del deber que surge del respeto debido a cada hombre en general es vicio.
Como quiera que las inclinaciones naturales son, según Kant, de algún modo perversas, y que el ser humano sólo es dado a amarse a sí mismo espontáneamente, la moral nunca se propondrá como finalidad la persecución de la felicidad propia, y si acaso se propone la búsqueda de la ajena es sólo en tanto ello suponga violencia para nuestras naturales inclinaciones.

Porque ni siquiera le importaban estos sentimientos de empatía hacia los demás. Para él sólo primaba el deber y la ley moral.

No se trata de un hedonismo psicológico, está claro, pero tampoco una actitud antihedonista puede resolverse eludiendo de esta manera el problema de la búsqueda de la felicidad personal, con su forma un tanto burda de entender los sentimientos naturales, no sólo del propio egoísmo incluso de los sentimientos empáticos por los demás, de los que buscan la felicidad ajena. ¿No crees?

Esto es lo que va a condicionar Las críticas que se le hacen a Kant respecto a la forma de tratar a los sentimientos naturales es lo que va a condicionar toda la corriente de pensamiento crítico y de metaética que va a venir después de él, tanto en un intuicionismo como en un emotivismo, como también en una ética descriptivista o prescriptivista.
Pero sin duda hay que resaltar que lo que Kant puso en tela de juicio fue que las cosas por el hecho de tener una explicación natural tengan que ser así y no puedan ser de otro modo, es por ello que detrás de todas las corrientes críticas después vendrá otra corriente renovadora, el neokantismo, que volverá a retomar a Kant, precisamente porque se encontrará en él, en la formulación del imperativo categórico, una forma posible de fundamentar racionalmente la conducta humana.

Por una parte con Kant se denuncia el naturalismo como lo había hecho Hume y después lo hará Moore que también en ello se siente deudor de Kant aunque Moore es intuicionista es decir no admite que lo bueno pueda ser descubierto o demostrado segun reglas científicas o probado sino que es una verdad "autoevidente" o intuitiva. Por ello muchas veces podremos encontrarnos con hechos diferentes y contradictorios y ambos ser correctos porque exponen diversos puntos de vista o diversas actitudes morales.
Y ello implicará para una etica kantiana que se tiene el convencimiento de que el mundo debe ser creado por la moral, el convencimiento de una ética creadora de un mundo mejor como lo tuvo Kant y como despues en el siglo XX tendrá aquí la impronta más clara que será retomada por pensadores de la talla de Habermas y Rawls.
Yo creo que esta era la verdadera pasión que sufría Kant!!!

Por ejemplo debemos a Hume, el filósofo escocés naturalista, la original idea de la "empatía", en su Tratado de la naturaleza humana, a causa de su famoso pasaje del es-debe (Is Ought passage) donde se critica el tránsito de lo que es, más allá de los conocimientos humanos, a lo que debe ser; pues bien para Hume esto depende de nuestros sentimientos universales de "empatía", mediados por el punto de vista del espectador imparcial.
Es cierto que si nos comportásemos espontáneamente de una manera sympathetica la moral y la ética tendrían escaso papel socializador.
Sin embargo, los deberes sólo echan raíces cuando se interconexionan con esos sentimientos de empatía más o menos tímidos e incipientes que asoman en el subsuelo de nuestra personalidad.
De lo contrario no produciremos sino seres inhibidos que, como sugería Freud en su trabajo “El malestar de la cultura” volverán contra sí mismos el odio que sentían hacia los demás.

La cuestión a debate radica precisamente en determinar en qué consiste mejorar el mundo y cuál es el mundo mejor, sobre qué base podemos justificar nuestras afirmaciones acerca del mejor y el peor de los mundos.
Es innegable que resulta de sumo interés esta hipótesis acerca de la propagación de creencias, criterios y normas éticas o morales, en sentido general o simpathetico. Pero si abandonamos la utilización laxa de tales términos y nos encontramos en lo que debería ser en lo moral o ético como axiológicamente paradigmático, encontramos que son posibles importantes objeciones a un tipo de conducta basada en el predominio psicológico, político económico de unos individuos sobre las ideas que los otros tengan acerca de cómo conducir sus vidas.
Por tanto no seré yo quien me desapegue de la naturaleza ni de lo natural, pero pondré también sobre ella serias objecciones de carácter axiológico o moral.
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Odiarlo todo y odiarse en un desenfreno de rabia caníbal; tener piedad de todo el mundo y apiadarse de uno mismo: movimientos en apariencia contradictorios, pero originariamente idénticos; pues no es posible apiadarse más que sobre lo que se quisiera hacer desaparecer, sobre lo que no merece existir. Y en estas convulsiones, el que las sufre y el universo al que se dirigen están abocados al mismo furor destructivo y enternecido. Cuando, súbitamente, uno es presa de compasión sin saber por quién, es que una laxitud de los órganos presagia un deslizamiento peligroso; y cuando esta compasión vaga y universal se vuelve hacia uno mismo, se está en la condición del último de los hombres. Es de una inmensa debilidad física de la que emana esta solidaridad negativa que, en el odio o la piedad, nos une a las cosas. Estos dos accesos, simultáneos o consecutivos, no son tanto síntomas inciertos como signos claros de una vitalidad en baja y a la que todo irrita, desde la existencia sin delineamiento hasta la precisión de nuestra propia persona.
Sin embargo, no debemos engañarnos: estos accesos son los más claros y los más inmoderados, pero en modo alguno los únicos: en diversos grados, todo es patología, salvo la Indiferencia.
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A exoterico:
Debemos a Hume, el filósofo escocés naturalista, la original idea de la "empatía", en su Tratado de la naturaleza humana, a causa de su famoso pasaje del es-debe (Is Ought passage) donde se critica el tránsito de lo que es, más allá de los conocimientos humanos, a lo que debe ser; pues bien para Hume esto depende de nuestros sentimientos universales de "empatía", mediados por el punto de vista del espectador imparcial.

Es cierto que si nos comportásemos espontáneamente de una manera sympathetica la moral y la ética tendrían escaso papel socializador.

Sin embargo, los deberes sólo echan raíces cuando se interconexionan con esos sentimientos de empatía más o menos tímidos e incipientes que asoman en el subsuelo de nuestra personalidad.

De lo contrario no produciremos sino seres inhibidos que volverán contra sí mismos el odio que sentían hacia los demás.

Por lo demas coincido con enlabasilica en el buen texto y sus cualidades para producir empatía hacia él,

muchos saludos afectuosos!!!
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Estos textos deben ser interpretados de acuerdo con su época.

A mí me recuerda un poco a esos amores pecaminosos de los amantes Abelardo y Eloísa, que finalmente perturba su pasión y le ponen fin yéndose cada uno a la vida religiosa.

Por tanto si el trovador Gausbert decide ingresar en un convento a su mujer en aquel momento esto debía ser considerado como una medida de honor y de honestidad para esa esposa, antes que dejarla en un burdel.

Pero desde luego el código de honor es propio del caballero y de una sociedad que se rige por un honor masculino.

Saludos!!!






Una prostituta compasiva soy”, dice Ishtar. Ishtar no es una diosa del matrimonio, ni es una diosa madre. El matrimonio sagrado o la sacra hierogamia que se representaba todos los años en el templo babilónico no tiene un implicación moral ni es modelo de matrimonios terrestres, es un rito de fertilidad altamente estilizado con tonos litúrgicos.

Cuando se dice que ella no está relacionada con la tierra ni con las diosas madres, sino que es como una inspiración lunar me veo reflejada en ella. Y en esa forma de caída tambien en el amor, el que ella se vea reflejada en la compasión de las prostitutas, tal vez la última forma de amar posible...

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El estoicismo

La compasión o la resignación, habiendo llegado a ser obligatoria, nos habría enseñado a soportar nuestras desdichas con dignidad, a hacer callar nuestras voces a afrontar fríamente nuestra nada. ¿Que la poesía del amor habría desaparecido de nuestras costumbres? ¡Al diablo la poesía!

A cambio, habríamos adquirido la facultad de soportar nuestros sinsabores sin un murmullo. No acusar a nadie, no condescender ni a la tristeza, ni a la alegría, ni al pesar, reducir nuestras relaciones con el universo a un juego armonioso de derrotas, vivir como condenados serenos, no implorar a la divinidad, sino, más bien, darle un aviso... Esto no podía ser.

Desbordado por todas partes, el estoicismo, fundado por Zenon nacido en Chipre y helenizado, forma depurada de todo desapego, fiel a sus principios, tuvo la elegancia de morir sin debatirse. Una religión se instaura sobre las ruinas de una sabiduría: los manejos que emplea aquélla no convienen a ésta.
Siempre prefirieron los hombres desesperarse de rodillas que de pie.

Más que algo dado, la soledad es una misión: elevarse hasta ella y asumirla es renunciar al apoyo de esa bajeza que garantiza el éxito de toda empresa, sea la que sea, religiosa o de otra clase.


Nacido en Chipre, Zenón, padre del estoicismo, era un fenicio helenizado que hasta el fin de su vida conservó su calidad de meteco. Antístenes, fundador de la escuela cínica (cuya versión mejorada o deformada, como se prefiera, es el estoicismo), nació en Atenas de madre tracia. Es evidente que hay algo de no griego en estas doctrinas, un estilo de pensamiento y de vida procedente de otros horizontes. Podría sostenerse que todo lo que atrae y repele en una civilización avanzada es producto de los recién llegados, de los inmigrantes, de los marginados ávidos de deslumbrar..., de un hampa refinada.
Con la llegada del cristianismo, el sabio dejó de ser un ejemplo; en su lugar comenzó a venerarse al santo, variedad convulsiva de aquél y por ello más accesible a las masas.
A pesar de su difusión y de su prestigio, el estoicismo continuó siendo el privilegio de los refinados, la ética de los patricios. Desaparecidos éstos, tenía que desaparecer él también. El culto de la sabiduría iba a eclipsarse por mucho tiempo, casi podría decirse que para siempre. En cualquier caso, no se encuentra en ninguno de los sistemas modernos, todos ellos concebidos no tanto por anti-sabios como por no-sabios.

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