martes, 20 de julio de 2010

después de la utopía, por Jean Baudrillard

Gardels, Nathan P. (editor)

Fin de Siglo, México, Ed. Mc Graw Hill, 1996



Después de la utopía:

La sociedad primitiva del futuro


Jean Baudrillard

El francés Jean Baudrillard, crítico social y sociólogo en decadencia, es autor de las aclamadas obras América y Cool Memories. Los discernimientos de Baudrillard, uno de los más agudos observadores de Estados Unidos desde que su compatriota Alexis de Tocqueville merodeara por este territorio, a la manera del universalismo parroquial de los intelectuales parisinos posmarxistas, oscilan entre lo brillante y lo impenetrable. Nathan Gardels, editor de NPQ, habló con el profesor Baudrillard en un hotel entre altivo y cursi de Los Ángeles, llamado Royal Palace, en 1990.


Baudrillard considera a Los Ángeles como su ciudad favorita. Para él, L.A. es lo que más se acerca a un centro en este mundo heterogéneo y excéntrico.



DESPUÉS DE LA UTOPÍA


NPQ – Usted ha llamado a los Estados Unidos la “sociedad primitiva del futuro” ¿Qué quiere decir con ello?


Baudrillard – Estados Unidos, como las sociedades primitivas del pasado, no tiene un pasado. No tiene “territorio ancestral”, y no hablo de tierra sino de terreno simbólico, en el que se hayan cumulado siglos de significado y principios de verdad cultivados. En resumen, Estados Unidos no tiene raíces, excepto en el futuro, y por lo tanto, no es más que lo que imagina. Es una simulación perpetua. Estados Unidos no tiene otro contexto que no sea lo que, desde un punto de vista concreto, es. Desde una perspectiva histórica, Estados Unidos carece de peso...


NPQ - ...¡ la “ligereza del ser” en gran escala!


Baudrillard – Exactamente, estados Unidos, al igual que las sociedades primitivas, vive primordialmente en la naturaleza y el reino inconsciente de mitos y símbolos. Estados Unidos no es más que naturaleza y artificialidad, espacio más que un espíritu de ficción. No existe un nivel de autorreflexión y auto representación, el nivel cultivador de infeliz inconsciencia, que se da con la historia y que marca la diferencia entre lo simbólico y lo real. Es esta ausencia de distancia e incapacidad para la reflexión irónica lo que explica las cualidades ingenuas y primitivas de Estados Unidos. Sin el conocimiento de la ironía, lo imaginario y lo real se funden y se vuelven indistinguibles. ¡Disneylandia es auténtica! ¡La televisión y el cine son reales! Estados Unidos ha creado un mundo ideal de la nada y lo ha consagrado en el cine.


NPQ - ¿No cree usted que esta ausencia de distancia crítica también se refleja en la náusea estética del medio ambiente edificado en Estados Unidos, es decir, las vías rápidas, las calles comerciales con sus repugnantes letreros que compiten por la atención de los consumidores que se desplazan por ellas, y en las que ningún edificio guarda relación con los demás desde el punto de vista arquitectónico?


Baudrillard – Estados Unidos está más allá de la estética. Es trans-estético, como un desierto. La cultura existe en un estado salvaje en el que la estética se sacrifica en el proceso de trascripción literal de los sueños en realidad. Por ejemplo, en los anuncios de automóviles no existe diferencia alguna entre el automóvil y la felicidad. En la mente del consumidor, la realidad material del automóvil y el concepto metafísico de felicidad son idénticos. El automóvil es felicidad. ¿Quién puede pedir más que un nuevo Toyota? La estética requiere contexto, y en Estados Unidos, el único contexto es su propia banalidad mítica.


En Europa, filosofamos sobre el final de innumerables cosas. Empero, es en Estados Unidos donde deberíamos de buscar el tipo ideal de final de nuestra cultura.


NPQ – El medio es el mito, por así decirlo. ¿Cómo es que Estados Unidos es la “utopía lograda”, como usted lo expresa?


Baudrillard – Bueno, ¿Qué aspecto esperaban los filósofos europeos que tuviera la utopía? Estados Unidos, en forma concreta, es la consecuencia traumática de los sueños europeos. Estados unidos es la versión original de la modernidad, el paraíso ingrávido de la liberación del pasado. Europa es la versión doblada o subtitulada. Lo que en Europa nada más se piensa, en Estados Unidos se vuelve realidad. Somos nosotros quienes imaginamos que todo culmina en la trascendencia, y que no existe nada que no haya sido conceptualizado. Los norteamericanos no están interesados en conceptuar la realidad sino en materializar las ideas.


NPQ – “No nos dejen llegar demasiado profundo”, canta Edie Brickel.


Baudrillard – Los norteamericanos habitan en la ficción verdadera dándole la forma de realidad, en tanto que nosotros estamos condenados a lo imaginario y a la nostalgia por el futuro. Anticipamos la realidad imaginándola, o huimos de ella idealizándola. Los norteamericanos se limitan a instrumentar de manera radical todo aquello en lo que nosotros pensamos, desde el igualitarismo de las masas hasta el individualismo, la libertad, la fantasía. Al hacerlo así, la “utopía lograda” se ha transformado en la anti-utopía de la sinrazón, la ingravidez, el neutralismo de los valores, y la indiferencia, la imprecisión del lenguaje, y la muerte de la cultura. Al hiperrealizar la modernidad, la hiperrealidad se vuelve en contra de la modernidad.


Estados Unidos estuvo “des-construido” desde el principio debido a su falta de autenticidad original; la esfera moral utópica siempre ha constituido su principal escenario, en tanto que la historia y la política siguen siendo el nuestro. California, en particular, es el centro del mundo de lo no auténtico. Como escenario de la anti-utopía, su vitalidad constituye el espejo de nuestra decadencia.


NPQ – La vitalidad de Los Ángeles parte de su ingravidez. La indiferencia cultural es precisamente lo que hace que la nueva ola de inmigrantes del Tercer Mundo, que han abandonado su territorio ancestral, edifiquen su propia utopía particular dentro de la anti-utopía. Estoy pensando no sólo en los inmigrantes mexicanos y coreanos, sino especialmente en los vietnameses de los botes que han reconstruido un mini–Saigón a la sombra de la falsa montaña de Matterhorn en Disneylandia.


Baudrillard – Estos inmigrantes que van del espacio real a la hiperrealidad refuerzan el modelo norteamericano. Constituyen complejos híbridos de origen y artificialidad. En este poderoso simulacro que es California, le están dando a su ficción la forma de realidad.


NPQ – En Los Ángeles es posible tocar el hibridismo y la fragmentación vivientes y palpitantes de la vida cultural, la diáspora “des-construida” y “des-centrada” sobre la que tan elocuentemente se teorizaba en los salones parisinos. Pero dígame esto, ¿Cómo se explica el anhelo europeo por la falta de autenticidad norteamericana? Lo exportamos por carretadas. Nuestro consagrado realismo ficticio se aprecia en la mayor parte de las salas cinematográficas parisinas, McDonald’s adorna los Campos Elíseos, y Disneylandia se abrió en las afueras de París. ¿Cómo es que la falta de autenticidad simulada puede resultar tan atractiva?


Baudrillard – La cultura masiva norteamericana nos atrae a la vez que nos causa repugnancia. Seguimos guardando la distancia suficiente para sentirnos fascinados por ella, sin habitar en su artificialidad.

Pero la resistencia es frágil. No contamos con nada para oponernos a esta contaminación cultural. Agotados cultural y filosóficamente, seguimos siendo incapaces de transformar nuestro pasado en valores vivientes para el presente. Nuestros anticuerpos culturales han adquirido una deficiencia inmune, y son incapaces de resistirse al virus.


NPQ - ¿El nombre de ese síndrome de deficiencia inmune no será “indiferencia”? Marcel Duchamp señaló hace mucho tiempo que el rostro final de la modernidad era esta “libertad para ser indiferentes”.


Baudrillard – Cuando menos en Europa, la indiferencia sigue acompañada de un sentido de pérdida. Pero en Estados Unidos, la indiferencia ya es anacrónica. La estrategia de la indiferencia estuvo ahí desde el principio. De hecho, el genio de Estados Unidos, como lo manifestó Alexis de Tocqueville con horror y admiración a la vez, radicaba en la abolición irrefrenable de la diferencia. Protegido de las vicisitudes de la historia que se desarrollaba lejos de sus costas, Estados Unidos se mostraba indiferente ante el mundo. Dentro de los confines de sus fronteras, la forma radical de su indiferencia se convirtió en la tolerancia de cualquier diferencia y de todas ellas.


Al final de cuentas, en esto consiste la problemática cultural universal. En el futuro, el poderío les pertenecerá a aquellos pueblos sin orígenes ni autenticidad. Les pertenecerá a aquellos que, como hizo Estados Unidos desde el principio, puedan lograr la “des-territorialización” y la ingravidez e ingeniárselas para explotar la situación hasta el mayor grado posible. Nos guste o no nos guste, el futuro se ha desplazado desde algún centro histórico hacia los satélites artificiales.


La paradoja ininteligible de Japón constituye un poderoso ejemplo de esto. Habiéndose librado de su terreno ancestral, flota, ingrávido desde un punto de vista cultural, como una fuerza central económica en el escenario mundial.


NPQ – Su visión del mundo se parece a la de Salman Rushdie: un mundo de migrantes desarraigados, fragmentos, ruinas del espíritu, pedacitos de aquí y de allá, todos con un hueco interno, “un vacío en la alcoba vital interior”. Utilizando sus términos, satélites ingrávidos e indiferentes que flotan alrededor del planeta sin ser atraídos por él. No obstante, la visión de Rushdie se vio desafiada desde la morada del centro absoluto, el rostro final de lo anti-moderno: Khomeini.


Baudrillard – Estoy de acuerdo con Rushdie en cuanto a que el mundo entero está implicado en esta fragmentación y desarraigo, incluyendo a China y Rusia. Existe una excepción: el Islam. Se erige como un desafío ante la indiferencia radical que está arrasando al mundo.


NPQ – Tal parece que todos estos fragmentos ingrávidos están yuxtapuestos, viviendo codo con codo en una incertidumbre ontológica, sin mezclarse...


Baudrillard - ...Y todo ello resulta inestable. Quizá sea por eso sea que el Occidente es tan débil y vulnerable ante las certidumbres del Islam radical.


De alguna manera, el Islam radical constituye la venganza de la historia moderna. El Occidente lo inoculó con nuestro virus, y ahora es inmune ante nosotros. Así pues, ahora gente como el Ayatollah Khomeni puede contaminar a todo el mundo occidental a través del terrorismo y las amenazas de muerte.


La interrogante de Khomeni respecto del Occidente quizá sea también la nuestra. ¿Qué pasa después de la gran orgía de libertad que nos dejó a todos indiferentes?


NPQ – En efecto, ¿qué viene después de la utopía?


Baudrillard – Tal vez la reversibilidad. La marcha de la historia ha abandonado el sendero que la llevaba hacia delante. Tal parece, que cualquier cosa, buena o mala, puede ocurrir más allá de ese punto. No podemos vivir con el pasado, pero tampoco contamos con un proyecto. Cada día es rico en acontecimientos impredecibles: terrorismo, SIDA, virus electrónicos... El curso no está planeado.


NPQ – El destino del hombre ha entrado en el purgatorio.


Baudrillard – Bueno, por lo menos Europa sobrevive en el purgatorio de la simulación. Seguimos abrigando un vago remordimiento por la pérdida de los orígenes, y desconfiamos de lo no auténtico. Los norteamericanos se encuentran en el paraíso de la simulación, confortables con la ingravidez como modo de vida.


Para Europa, quizá no haya un camino del purgatorio al paraíso. Y eso podría constituir nuestra salvación.






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