lunes, 19 de julio de 2010

el tema de la tristeza que nos acompaña a lo largo de toda la vida

Y con el tema de las emociones, como hasta ahora durante siglos, eran un agujero negro en que había unas estructuras sociales, estructuras religiosas, muy férreas digamos, que nos decían qué lugar debíamos ocupar en el mundo y cómo controlar, que no gestionar, estas emociones, nos hemos acostumbrado a que aquello era un agujero negro, pero no es así, un niño tiene que aprender a expresar la ira, por ejemplo, la ira es una emoción considerada negativa, sin embargo, es el germen de la justicia social, sin ira no defendemos aquello que nos importa, pero claro hay que expresar la ira de una forma constructiva, y luego está la tristeza, la tristeza es algo que nos acompaña a lo largo de la vida, no podemos estar siempre arriba en el sitio de la luz, de vez en cuando hay que bajar a la oscuridad, transformar lo que haga falta transformar y seguir la vida, y sin embargo ¿qué hacen los padres generalmente o qué hacemos las personas cuando nos sentimos tristes? Distraernos, decir: “eso no importa, no te preocupes”, “vamos a hacer juntos algo y nos olvidamos de esto”. Bueno, eso no es una buena idea, la tristeza hay que enfrentarse a ella, comprenderla, encontrar soluciones, desarrollar un vocabulario emocional. Todo eso es lo que podemos hacer y deberíamos hacer todos con nuestros hijos cuando son pequeños.


De las cinco emociones básicas -la felicidad, la tristeza, la ira, el asco y el miedo- cuatro son emociones llamadas “negativas”.


Las emociones negativas requieren más atención, porque señalan que algo va mal y producen un relantizamiento de su procesamiento. Las personas en cualquier cultura prácticamente conocen más palabras para describir emociones negativas que positivas o neutras. Tendemos a fijarnos de forma detenida en las emociones negativas, más amenazantes, aunque llamamos a determinadas emociones “negativas” por este potencial destructivo, en realidad, son emociones básicas para sobrevivir y también nos dan la energía para enfrentarnos a obstáculos importantes.


Uno de sus cometidos puede ser el de inducirnos a evitar ciertas situaciones y ésta puede ser, a veces, una de las trampas que nos tienden las emociones nagativas. Las emociones negativas tienen tendencia a crear este mecanismo inconsciente de rechazo ante una situación que ha provocado dolor.


Y lo que puede pasar también, por otro lado, es que nos agarramos a una verdad que no tiene objeto, y aunque la propia verdad venga después a llamarnos a nuestra puerta no la reconocemos, no le abriremos porque nos hemos cerrado por el miedo.

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guiar al hijo a través de la tristeza


Muchos padres piensan, con la mejor intención, que será beneficioso para sus hijos que ellos hagan caso omiso, o minimicen, las dudas, miedos y disgustos que éstos puedan tener. El problema es que el niño se acostumbra a pensar que el adulto tiene razón y aprende a dudar de su propio juicio. Si los adultos invalidan constantemente sus sentimientos, el niño pierde confianza en sí mismo y en sus sentimientos.


Las emociones mixtas por ejemplo, suelen descolocar a los niños: no terminan de comprender por qué un evento les pude generar emociones contradictorias.


Aconseja el psicólogo John Gottman que el padre o madre admita abiertamente la tristeza de su hijo, le ayude a dar nombre a la emoción, le permita experimentar esta emoción sin censura y acompañe al niño mientras llora. Sin embargo, el adulto debe saber poner límites (es lo que los padres no intervencionistas no saben hacer). Para ello el adulto empleará el tiempo necesario para comprender los sentimientos del niño. Una vez que el niño ha identificado, experimentado y aceptado la emoción, el adulto puede enseñarle a superar su tristeza y a pensar en el día siguiente. Para ello el adulto y el niño explorarán juntos estrategias para resolver el problema (el adulto no impone sus propias soluciones, sino que guía al niño para que pueda aprender a encontrar sus propias soluciones).


En resumen, los cinco pasos que recomienda el doctor Gottman para guiar a un hijo para resolver una crisis emocional son:


1. Ser consciente de las emociones del niño.

2. Ver la emoción como una oportunidad para la intimidad y el aprendizaje.

3. Escuchar con empatía, validando los sentimientos del niño.

4. Ayudarlo a encontrar las palabras que definen su emoción o sentimiento.

5. Poner límites a la emoción, mientras se exploran conjuntamente las estrategias para resolver el problema.


La escucha reflectiva


Para la convivencia pacífica entre personas, una de las herramientas más eficaces y más sencillas de aplicar es aprender a escuchar a los demás. Cometemos errores básicos cuando escuchamos mal a los demás y esto nos impide con casi toda seguridad resolver un conflicto, o peor aún, crea una escalada del conflicto que podía haberse evitado aplicando algunas normas básicas, contenidas en la llamada escucha reflectiva.


La escucha reflectiva está basada sobre la empatía y el respeto. No hace falta que exista un conflicto para utilizar este tipo de escucha. Sólo pretendemos trasmitir al otro empatía y respeto y darle la oportunidad de expresar su postura o sus sentimientos cómodamente.


Para escuchar de manera atenta a otra persona nuestro lenguaje corporal será elocuente: mantenemos una distancia prudente, nuestra mirada está relajada y nuestro silencio es atento. Al final de la escucha es importante reflejar objetivamente lo que hemos escuchado, tanto los sentimientos de la persona como su motivo objetivo de queja.

Reflejamos de forma condensada tanto el contenido objetivo como las emociones que expresa nuestro interlocutor. Si tenemos dudas o si al otro le está costando expresarse, podemos hacer preguntas abiertas es decir, aquellas que no implican una respuesta “sí o no”.


Elsa Punset

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