La autora comentó a ABC que el título se le ocurrió a su marido y que le pareció acertado para referirse al carácter «blando, un poco pegajoso, muy protector y miedoso» de muchos de los padres de ahora. Pero no hay que llamarse a engaños. No se trata de un manual de autoayuda, ni de un recetario. El libro hunde sus raíces en un reportaje sobre la temática queMª Ángeles López publicó en su momento en la revista 21rs y que, ante el éxito que cosechó, terminó convirtiéndose en una serie. La experiencia le sirvió para detectar algunas de las principales inquietudes, miedos y dudas de los padres actuales.
Así, en un tono desenfadado y con gran sentido del humor, va trazando todo un retrato generacional de cómo se afronta hoy en día la paternidad, apoyándose en anécdotas reales referidas a un abanico de hechos y circunstancias que abarcan desde la comida, la hora del sueño, los deberes o los juegos. «He procurado evitar dar consejos, porque las recetas no existen. Por regla general, los padres sabemos cuáles son las actitudes correctas pero, a veces, la vida es complicada y no encontramos las herramientas adecuadas», explica la autora, para quien «no hay nada más saludable para nuestros hijos que educarles en la autonomía, en la responsabilidad, que aprendan a frustrarse y saber que hay cosas a las que tienen que renunciar».
Para María Ángeles López, el comportamiento de los «papás blandiblup» responde a una forma de estar en la vida. «Son –dice– como eternos jóvenes que no quieren dejar de serlo y dan a sus hijos todos los caprichos. En cualquier caso, sería injusto decir que son peores padres que los de antes, simplemente son diferentes, pues aunque sean blandos lo que les mueve es un inmenso amor por sus hijos para hacerles la vida más fácil».
A diferencia de otras generaciones que centraban su interés en alimentar, vestir y proporcionar, si podían, estudios a sus vástagos, «los padres nos hacemos responsables ahora de todo: del estado de ánimo de los niños, de su forma de jugar, de cuando se aburren... lo que hace que los sobreprotejamos y nos lo dejemos madurar». Es por ello por lo que la autora aboga por el sentido común y por hacer «pedagogía de la paternidad. Que contemos no sólo las preocupaciones y malos ratos que nos dan los hijos, sino también y, sobre todo, las satisfacciones que producen».
López Romero invita a leer Papás blandiblup con «ganas de reirse de uno mismo, pues es un libro que pretende desdramatizar y dar pistas a esos padres que están necesitados de descargarse de culpas, dudas y miedos».
En la foto, la autora, Mª Ángeles López Romero, ayer en la Fundación Cruzcampo junto a la actriz Belén Rueda, que intervino en la presentación [Foto DÍAZ JAPÓN, ABC de Sevilla].
En Papás blandiblup, Mª Ángeles López Romero hace un retrato de las dudas y debilidades de los padres de hoy, ofreciendo «pistas, que no recetas, porque no existen en esto de criar a los hijos. Y es que no es una guía educativa, ni un libro de autoayuda. No garantiza éxitos, ni promete facilidades. Pero hace reír, que alivia mucho», reconoce.
Con este libro la periodista invita a hacer lo que llama «pedagogía de la paternidad»: «Que contemos no sólo las preocupaciones, angustias y malos ratos que nos dan los hijos, sino también y sobre todo las satisfacciones que producen. Lo que nos enseñan para andar por la vida y sus misterios. Ser padres puede ser maravilloso, aunque los de esta generación seamos blanditos, pegajosos, dubitativos y tengamos muchos miedos».
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Estan esos momentos que estamos que estamos creando los padres de hoy con nuestra actitud de ceder. Y a la hora de dormir, de decir, duérmete niño ya, cada vez hay más padres que duermen con sus hijos en la cama, por ejemplo, que los niños no duermen en su propia habitación, porque a veces nos sentimos incapaces de decir no, de poner un límite, de aplicar una norma. Y eso que en un principio parece generosidad, que es cómodo, es agradable pues al final se convierte en un problema muy serio, incluso en un conflicto dentro de la convivencia familiar -tener el niño en la cama dormidito-. Pasa no sólo con el sueño, pasa con la comida, con los deberes, con el juego, con cantidad de cosas.
Como en “amores que matan”, los padres de hoy es uno de los problemas que pensamos que queremos más que nada a nuestros hijos y más que nunca que ninguna generación de padres y amar no es sólo dar, conceder, amar es también poner normas, educar en la responsabilidad, educar en la autonomía, me parece sumamente importante y no lo estamos haciendo ahora. Estamos haciendo a nuestros hijos -como dijo una profesora- tontos e inútiles, cuando no lo son pero lo estamos haciendo porque les damos todo, les arreglamos todo, les tratamos de evitar todos los golpes, las consecuencias de cada mínimo fallo que cometen, de cada caída en el camino ¿no?
Eso hace que no maduren, que no tengan después en el futuro herramientas para enfrentarse a la vida, en la que van a encontrar muchos baches. Eso es uno de los grandes defectos entonces que tenemos los padres de hoy.
Y de repente un adolescente en casa, a veces no estamos preparados para ello, la adolescencia es un tiempo difícil inevitablemente, en la convivencia padres e hijos. Lo fundamental es haber hecho ya los deberes como padres. Tú no puedes enfrentarte a la adolescencia y pretender que tu hijo en ese momento aprende a obedecer, aprende a seguir unas normas, respeta la autoridad, si no lo ha hecho desde pequeño, cuando tenga 15 años es imposible hacerlo.
Y algo que a veces se olvida es que son “hijos para toda la vida”. Sí a veces los hijos de esta generación que hemos vivido muy bien queremos seguir siendo hijos para siempre y queremos que nuestros padres nos resuelvan la vida, somos los hijos del “túper” que vamos a casa y llevamos la comidita hecha por mamá que cuando se nos rompe algo de ropa, la llevamos para coserlo, que nos cuida los niños mamá. A veces los abuelos llevan sobre los hombros una carga enorme y que no gusta, para la edad que tienen y que se han merecido su oportunidad para disfrutar.
Los hijos son para toda la vida pero tenemos también que educar a los hijos también, ser hijos en lo amoroso pero no en la demanda, constantemente demandando de nuestros padres que nos resuelvan todo.
Los padres de nuestra generación ¿qué hemos podido aprender de ellos que podemos transmitir a nuestros hijos? Mucho. La conclusión que sacas es que sus padres les educaron bien, lo hicieron bien con ellos, no sé si nosotros mismo porque somos muy exigentes, quizás nos falte un poco de autocomprensión, las circunstancias han cambiado, comparar es imposible porque vivimos de una manera completamente distinta, tal como sería cuando nuestros padres ejercieron como tales, pero si hay algo que creo que perdemos en la comparación y que sería muy importante recuperar es por ejemplo educar en la austeridad. Estamos educando a nuestros hijos en el que hay que consumir constantemente, en el que nunca es suficiente con lo que tenemos, que esto se rompe y compro otro, lo sustituyo sin dolor, e incluso que a veces damos a nuestros hijos caprichos que ni siquiera desean, que les estamos inventando nosotros el deseo. Creo que eso es un error enorme y ahí sí que perdemos claramente en la comparación. Nuestros padres nos educaron con más austeridad y esa austeridad ahora mismo es necesaria.
Pero tal vez en el momento en el que nos ha tocado vivir sentimos miedo a la hora de educar a nuestros hijos. Yo creo que somos muy exagerados, el miedo ahora mismo nos está paralizando, no dejamos a los niños salir a la calle a jugar, pensamos que lo van a secuestrar, todo nos parece un peligro enorme, yo creo que los niños tienen que saber bandearse mejor, claro que hay peligros, pero no mucho mayores de los que había en otras épocas, y sí que ese miedo nos está aterrorizando. El miedo hay que saber controlarlo pero no puede ser lo que gobierna nuestra vida, y los padres de hoy tenemos mucho, mucho miedo.
También es cierto que después hay otras circunstancias que han cambiado tan radicalmente, es decir, en muchas de las familias de hoy, los padres no pueden estar en casa acompañando a los hijos en el horario de tarde cuando salen del colegio, porque su horario laboral no le permite conciliar el laboral con el familiar. Después tenemos una vida social, una agenda infinita, que nos carga sobremanera, que no tenemos un minuto de descanso, de respiro y hay un nivel mayor de exigencia con los hijos, también porque hay un nivel en la sociedad esto que llaman los expertos una inversión parental mucho mayor, es decir, los padres invertimos mucho más en los hijos, ya no vale con sentirnos tranquilos como hacían nuestros padres cuando los niños estaban alimentados, vestidos y tenían un techo y como mucho las daban estudios, no.
Nosotros nos sentimos responsables de todos y cada uno de los detalles de la vida de nuestros hijos, si emocionalmente están bien, si hacen amigos, si son líderes, si tienen una actitud vital, creativa, deportiva, cultural, etc, ¿sabes? Todo absolutamente todo, nos inquieta, por esto que hablábamos antes también del miedo y eso hace que la inversión que tenemos que hacer como padres en tiempo, en esfuerzo, en energía, sea mucho mayor.
La mayoría de las madres no estamos en casa, pero mira las madres y los padres de hoy a lo mejor pasan menos tiempo proporcionalmente en casa, las madres, porque los padres antes no les veíamos mucho el pelo, pero sí que hay una implicación muy grande con los hijos, y en esto yo quiero levantar la bandera a favor de los padres, porque no creo que hoy por hoy los padres de esta generación, de una clase media que ha escogido libremente tener hijos, quieren ejercer de padres, y el tiempo que pasan con sus hijos quieren invertirlos con ellos, quieren estar implicados, saben de sus deberes, de sus enfermedades, les cuentan cuentos, los bañan, pero muchos padres de antes no lo hacían.
La vida nos ha llevado, sí, a que tengamos menos tiempo para dedicarles a los hijos pero creo que ese tiempo en contra de lo que se suele decir es de más calidad. Jose Antonio Villena nos contaba que su padre era un señor que llegaba a casa y se metía en su despacho y no estaba con sus hijos, por ejemplo. Pero ahora ese tiempo es de más calidad, porque la implicación es mayor de los dos.
Hay que aprender a desdramatizar un poquito, a sentirse bien consigo mismo como padres y a disfrutar de la paternidad que es maravillosa, que hablemos mejor de todo eso bueno que nos dan los hijos, y que no siempre contamos a los demás.
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