lunes, 24 de enero de 2011

la Constitución y la democracia en América

Había leído al inglés Adam Smith, que me había convencido -confieso que con muchísima facilidad- de que si yo buscaba mi provecho estaba colaborando de la mejor manera posible al provecho de toda la especie humana Los europeos tenían azúcar en sus azucareros no gracias a las benevolencia universal, ni al poder de los ejércitos de sus soberanos, sino gracias a mi deseo de sacar beneficio de mis propiedades.

Había presenciado el nacimiento de dos mundos, había estudiado la Convención organizada en Filadelfia, en 1787, para redactar la Constitución de los Estados Unidos de América. Era una lucha por la libertad, ambas ideas -progreso y libertad- solían aparecer juntas en las conversaciones de la época, aunque eso no significaba todavía que les pareciera progresista liberar a los esclavos. El corazón humano era propenso a la incoherencia. La libertad entonces era un poder que se refería a los propietarios ilustrados.

En Filadelfia surgió el debate político. La guerra había terminado once años antes, y la larga marcha de los días había amortiguado la auforia de la liberación, provocando problemas y recelos. El principal de ellos era el poder. No sentían esa fascinación sacral que las monarquías viejas experimentan por el gobernante, al que creen señalado y ungido por la mano de Dios. Como escribió en un periódico uno de los miembros de la Convención continental: " ¿Qué es el gobierno sino el mayor de los reproches a la naturaleza humana? Si los hombres fueran ángeles, ningún gobierno sería necesario". Una buena Constitución sería aquella que funcionara bien incluso en un pueblo de demonios.

Al elaborar la Constitución pretendían impedir cualquier tiranía, incluida la tiranía democrática. Se enfrentaban a un problema de difícil solución: hacer posible que el gobierno controlase a los gobernados y los gobernados controlasen al gobierno. Amaban tanto la libertad individual que desconfiaban de todo poder, incluido el poder de la mayoría. Madison, que llegó años después a ser presidente de los Estados Unidos de América, un hombre bajo, tímido, de voz suave, siempre vestido de negro, que llevó un minucioso diario de la Convención, dijo: "En todos los casos en los que la mayoría se halla unida por un interés o una pasión común, los derechos de la minoría están en peligro". Como no hay minoría más absoluta y desvalida que el individuo, el individuo estaba en peligro permanente. Todo su afán se cifraba en ponerle a salvo.

Hamilton, otro de los autores de la Constitución, planteó el problema como una paradójica alternativa que había que agarrar por los dos cuernos. "Si el gobierno están en manos de una minoría, tiranizará a la mayoría, si está en manos de la mayoría, tiranizará a la minoría. Debe estar en manos de ambas, y deben ser separadas. Se trata, sobre todo, de debilitar el poder". Al leer a Jean Jacob Rousseau uno se imbuye de sus ideas sobre la democracia y la participación del pueblo. Por eso uno también se escandalizaba si veía que los redactores de una Constitución que se presuponía liberal tuvieran tanto miedo de la democracia. Uno podía estar educado en un ambiente como el de Rousseau en el que se ejercía e poder con naturalidad, pero aquel miedo al político, al gobernante, a los mecanismos del gobierno, parecía excesivo y sorprendía si uno miraba desde el lado de Europa. Sin embargo, su espíritu científico y poco dogmático también halagaba cuando aquellos cultos e ilustrados políticos decían que la ciencia del gobierno no era una ciencia exacta, y que la Constitución era un "experimento", es decir, un ensayo que debía someterse a prueba para saber si funcionaba.

Uno se entusiasmaba allí con la libertad, y seguía desconfiado del gobierno, y se pensaba más en una democracia de individuos felices y autosuficientes, y muy seguro de que el poder era la capacidad de hacer cosas y enjoy of blessing of life, disfrutar de las bendiciones de la vida. Aprendí, además, que una cosa era el liberalismo y otra la democracia. La democracia responde a la pregunta: ¿quién es titular legítimo del poder?, y dice que el pueblo. El liberalismo responde a la pregunta sobre cuáles deben ser los límites del poder, y responde que cuanto más limitado sea mejor. En este sentido sabemos ahora que la revolución americana fue más liberal que democrática, y la francesa más democrática que liberal. De hecho impuso a ratos una democracia absolutista.
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