el conocimiento y la curva de aprendizaje y experiencia
Un efecto muy importante es que el nivel de conocimiento y el alto nivel de costes en la industria fueron difundiendo gradualmente, aumentando la eficiencia en la agricultura.
El conocimiento obtenido en la industria influye sobre la agricultura, al mismo tiempo que el aumento del salario nacional medio hace rentable la inversión en maquinaria agrícola capaz de ahorrar mano de obra. La proximidad geográfica al sector industrial ofrece a los agricultores un mercado con gran capacidad de compra. Sólo esto sacará a la agricultura de la autosuficiencia y aumentará la división del trabajo en el campo. La mano de obra excedente en el campo -los niños más pequeños-, al formar parte del mismo mercado laboral que las ciudades, encontrarán un empleo lucrativo en el sector industrial urbano.
Nadie objeta que las innovaciones y el aprendizaje generan crecimiento económico, pero desde Adam Smith ese aspecto de la economía se ha externalizado. Se suele suponer que el cambio tecnológico y las nuevas innovaciones caen de los cielos como un maná, y que están a disposición de todos gratuitamente (“información perfecta”). No se tiene en cuenta que el conocimiento -especialmente cuando es nuevo- tiene elevados costes y no está en general a disposición de todos. El conocimiento se protege mediante altas barreras a la entrada, constituyendo las economías de escala y la experiencia acumula elementos importantes para erigir esas barreras. Cuanto mayor sea el volumen de producción que una compañía ha acumulado, más bajos serán los costes. En la industria las curvas de aprendizaje tienen un pariente muy utilizado, las curva de experiencia, que se utiliza para medir precisamente eso. Mientras que las curvas de aprendizaje estiman el aumento en la productividad de la fuerza de trabajo, las curvas de experiencia evalúan la evolución de los costes totales de producción. Cuando varias fábricas emplean el mismo tipo de tecnología, la que ha acumulado el mayor volumen de producción tendrá en general los menores costes por unidad producida. En la carrera por reducir costes, puede resultar rentable vender por debajo del coste actual (lo que se acostumbra a denominar dumping) a fin de alcanzar un volumen de producción que más adelante reduzca el coste por debajo del precio estratégico ofertado.
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Otro japonés Saburo Okita teorizó que un país pobre siguiendo el modelo de los gansos voladores puede mejorar su tecnología saltando de un producto a otro con un contenido de conocimiento creciente. El primer ganso volador, en este caso Japón, rompe la resistencia del aire para los siguientes, de forma que todos ellos pueden beneficiarse gradualmente del mismo cambio tecnológico. Hace algunos años, por ejemplo, Japón producía ropa barata, consiguiendo aumentos de productividad que elevaron tanto el nivel de vida (“modo difusivo”) que ya no se podía producir rentablemente allí un producto relativamente poco sofisticado como un vestido. De su producción se hizo cargo Corea del Sur, mientras que Japón mejoraba gradualmente su industria pasando a fabricar algo un poco más sofisticado como eran los televisores. Cuando Corea del Sur mejoró la ropa se fabricó durante un tiempo en Taiwán, hasta que allí sucedió lo mismo: los costes de producción aumentaron demasiado. La producción se desplazó entonces a Tailandia y Malasia, y la historia se repitió. Finalmente, la producción de ropa se desplazó a Vietnam. Pero en el ínterin toda una serie de países habían aprovechado la producción de ropa para elevar su nivel de vida: todos ellos habían pasado sucesivamente por la misma curva de aprendizaje, y todos ellos se habían hecho más ricos. Esta dinámica requiere, por supuesto, que el ganso que va en cabeza siga implementando continuamente nuevas tecnologías.
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Hace doscientos cincuenta años la diferencia de nivel de vida entre países ricos y países pobres estaba en la proporción 2-1. Hoy día las estadísticas del Banco Mundial muestran que un conductor de autobús de Alemania tiene un salario real dieciséis veces superior al de un colega, tan eficiente como él, en Nigeria. El fenómeno está ahí y sus efectos se pueden medir, pero actualmente no existe ninguna teoría que describa satisfactoriamente eso mecanismos. Soy de la opinión de que la principal explicación para esto es que el mundo rico actual ha confundido las razones del crecimiento económico- innovación, nuevos conocimientos y nuevas tecnologías- con el libre comercio, que sólo significa transferencia de bienes y servicios de un país a otro. Al igual que Adam Smith, los países ricos confunden la era industrial con la era del comercio.
La economía global se puede entender en muchos aspectos como un esquema piramidal -una jerarquía de conocimientos- en la que aquellos que invierten continuamente en innovaciones permanecen en la cumbre del bienestar.
Las actividades económicas de alta calidad surgen generalmente de los nuevos conocimientos obtenidos en la investigación. Muchos países invierten por ello considerablemente en investigación básica, porque sirve como fuente principal de innovación, aunque a menudo no se puedan predecir los resultados cuando se inicia una investigación. Los inventos se producen en buena medida por casualidad o accidente, cuando en realidad se buscaba otra cosa. El descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming es uno de esos ejemplos. A menudo la ruta desde la invención hasta la innovación -hasta el uso práctico de un producto- es muy larga. La posibilidad de una luz concentrada pura, casi monocromática, fue predicha por Albert Einstein en 1917; pero el invento del láser (Amplificación de Luz por la Emisión Estimulada de Radiación) no dio lugar a aplicaciones prácticas o innovaciones hasta la década de 1950. Así pues, aunque la investigación básica es un proceso lento, sus aplicaciones finales son muchas y variadas. El láser pasó de ser una hipótesis académica para convertirse en un importante instrumento en la cirugía ocular, la guía de proyectiles, la navegación, el seguimiento de satélites, la soldadura, los reproductores de CD, como sustituto de los bisturíes en cirugía y como punteros láser. Las tecnologías modernas de la información y la comunicación son ahora totalmente impensables sin ese evento.
innovaciones en el proceso
También es importante tener presente que las innovaciones en los productos y en los procesos tienden a difundirse en una economía de forma diferente. Las primeras suelen generar altas barreras a la entrada y elevados beneficios, como en el caso de Henry Ford a principios del siglo XX o en el de Bill Gates hoy día. Sin embargo, cuando esos mismos inventos se transmiten a otros sectores industriales como innovaciones en el proceso -como cuando el automóvil de Ford llegó a la agricultura convertido en tractor o cuando la tecnología de Gates se utiliza para reservar habitaciones en un hotel-, su efecto principal es bajar los precios más que elevar los salarios. El uso de la tecnología de la información ha reducido los beneficios en la hostelería, tanto en Venecia como la Costa del Sol española, algo de lo que se queja la industria hotelera.
Otra razón poderosa en favor del libre comercio es la innovación y el cambio tecnológico, producto del continuo desarrollo de nuevos conocimientos tecnológicos se puede distribuir entre un número mayor de consumidores y, además del abaratamiento, podrán llegar antes a cada ciudadano individual en todas partes. Cuanto mayor sea el mercado más fáciles resultan las innovaciones. Si Thomas Edison y Bill Gates hubieran operado en un mercado muy reducido -digamos el de Islandia, con menos de trescientos mil habitantes- este libro probablemente se habría escrito a la luz de una lámpara de queroseno y con una tecnología mucho más simple.
Un tercer argumento son las sinergias y efectos de aglomeración (clusters). La creación de conocimientos no sólo se facilita allí donde se constituyen redes -de complementariedad y competencia- que entrelazan a muchas empresas, sino que, como vimos en el caso de los Países Bajos, también existen importantes sinergias entre empresas y actividades en terrenos muy diversos. Históricamente, el efecto de sinergia más relevante es el que se da entre industria y agricultura. En una economía global cada país podrá desarrollar sus propias redes (también se habla de “bloques” o “polos” de desarrollo), en las que empresas con capacidades complementarias pueden prosperar y crecer de una forma que resutaría inalcanzable en solitario. También a ese respecto, la magnitud de los mercados a los que daría lugar la integración económica posibilitaría una mayor división del trabajo, más especialización y nuevos conocimientos. Todos esos argumentos apuntan a los grandes beneficios potenciales para cada uno de nosotros, ya sea como productores o como consumidores, derivados de la integración. Las nuevas oportunidades de salarios más altos y/o bienes y servicios más baratos, explican la espectacular riqueza de algunos países.
Las nuevas tecnologías y las innovaciones requieren y fomentan nuevos conocimientos, favoreciendo actividades económicas caraterizadas por altos niveles de conocimiento y de renta, en las que predominan una competencia imperfecta schumpeteriana y dinámica, altas barreras a la entrada, elevados riesgos y grandes recompensas, a diferencia de la competencia perfecta o “competencia entre las mercancías” en la que operan los mecados de materias primas. A medida que las innovaciones, productos y procesos maduran y envejecen, las mercancías van cayendo, bajo una especie de ley de la gravedad, en el índice mostrado y se pueden señalar las características que convierten la fabricación de pelotas de béisbol en una actividad de baja (alta) calidad en términos de su petencial para generar riqueza.
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Una vez que se ha creado una gran diferencia en los salarios reales, el mercado mundial asigna automáticamente las actividades económicas que suponen callejones tecnológicos sin salida -y que por lo tanto sólo requieren mano de obra no especializada, por ejemplo, la fabricación de pelotas de béisbol- a los países con bajos salarios. Aunque en algún momento se produjera un avance tecnológico en la fabricación de pelotas de béisbol, esto no ayudaría a los productores pobres; el siguiente ejemplo mostrará por qué: durante la década de 1980 se podía encontrar la siguiente información en un pijama típico vendido en Estados Unidos: “Tejido fabricado en Estados Unidos, cortado y cosido en Guatemala”. La producción textil está altamente mecanizada, de forma que el tejido se produce en Estados Unidos. En aquella época el corte del tejido se hacía mecánicamente, pero había que hacerlo en pequeñas cantidades para asegurar un tamaño y calidad uniforme, con la misma mano de obra barata que cosía a máquina los pijamas. Durante la década de 1990 comenzó a aparecer un texto nuevo en las etiquetas de los pijamas: “Tejido producido y cortado en Estados Unidos, cosido en Guatemala”. La nueva tecnología láser permitía ahora que se cortaran automáticamente con alta precisión grandes pilas de tejido, eliminando así la necesidad de la mano de obra barata, por lo que el corte se repatrió a Estados Unidos.
En este apartado he descrito uno de los mecanismos, importante pero minusvalorado, por los que el mercado, abandonado a sus propias fuerzas, tenderá a ampliar más que a reducir las diferencias salariales existentes entre los distintos países. La magia del mercado tenderá a ampliar las asimetrías existentes entre países ricos y países pobres.
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