jueves, 11 de noviembre de 2010

podemos sacar provecho de las adversidades, por Luis Rojas Marcos

Luis Rojas Marcos: “Podemos sacar provecho de las adversidades”

Por Revista de Letras | Entrevistas | 14.09.10
.Una entrevista de Ramon Texidó.-
Luis Rojas Marcos (Sevilla, 1943) es profesor de Psiquiatría en la Universidad de Nueva York. En su último libro, Superar la adversidad (Espasa, 2010), revela las claves de la resiliencia o capacidad para enfrentarnos a las dificultades. El profesor emigró a Nueva York en 1968. En esta ciudad se especializó en Psiquiatría y se doctoró en Ciencias Médicas. Desde entonces, Rojas Marcos ha desarrollado una exitosa carrera profesional reconocida internacionalmente.
¿Qué papel juegan la amistad y el amor frente las inevitables adversidades de la vida?
Los vínculos de cariño y apoyo mutuo son un potente incentivo para luchar y configuran la parte principal de los cimientos de la resiliencia humana -esa mezcla de resistencia y flexibilidad que forja la capacidad para superar las graves adversidades que nos depara la vida-. Está demostrado que las personas felizmente emparejadas, como aquellas que se sienten parte de un hogar familiar o de un grupo solidario de amistades, muestran un nivel de resiliencia muy superior que quienes viven desconectados o carecen de una red social de soporte emocional.
El amor propio y el autoconocimiento también ayudan.
La autoestima saludable o la valoración positiva que hacemos de nosotros mismos se alza como otro factor decisivo a la hora de enfrentarnos a la adversidad. Una autoestima favorable estimula la confianza en uno mismo, el coraje, la determinación y, sobre todo, nos convierte en seres valiosos ante nosotros mismos, lo que supone un poderoso aliciente para vencer desafíos.
¿Por qué hay personas que reaccionan de una manera completamente opuesta ante una misma situación?
Aunque la resiliencia humana es un atributo natural y universal, nuestra forma particular de reaccionar ante una situación difícil va a ser labrada por los genes que heredamos, los avatares de nuestra vida pasada y las fuerzas del entorno social y cultural en el que vivimos. Las semillas de nuestra personalidad o forma de ser comienzan a desarrollarse en el útero materno. Con los años todos forjamos un conjunto de características emocionales y atributos temperamentales que nos distinguen de los demás.
¿Cuales son, entonces, las claves de la resiliencia?
Los pilares de esta poderosa fuerza de supervivencia son seis. El primero consiste en las conexiones afectivas. Todos o casi todos los supervivientes de calamidades identifican como una de las claves de su resistencia a alguna persona o personas con las que se sienten unidos en el presente o de las que recibieron apoyo incondicional en algún momento crucial de su vida pasada. Las funciones ejecutivas forjan otro pilar de la resiliencia. Ejemplos de estas funciones son la introspección, el autocontrol, la energía vital y la capacidad de dirigir los pensamientos, las emociones y las conductas para tomar decisiones acertadas.  Ante las desgracias, las personas que localizan el centro de control dentro de sí mismas y piensan que dominan sus circunstancias, resisten mejor y tienen más probabilidades de sobrevivir que quienes sienten que sus decisiones no cuentan y depositan sus esperanzas en poderes ajenos a ellos. Como he dicho, la autoestima es otro factor decisivo a la hora de luchar contra la adversidad. Igualmente, la perspectiva optimista de las cosas es congruente con las ganas de vivir y la motivación para luchar sin desmoralizarnos contra las desdichas. La esperanza es la esencia del pensamiento positivo.
¿Cómo podemos trabajar esa capacidad?
La resiliencia no se apoya en cualidades excepcionales, sino en recursos que traemos al mundo y practicamos  en nuestro vivir diario. Esto no quiere decir que no pueda ser estimulada, protegida y fortificada. Si nos lo proponemos, todos podemos trabajar para fortalecer los ingredientes de esta capacidad. Por ejemplo, si queremos incrementar la autoestima, la mejor estrategia  es tratar de identificar alguna cualidad de nuestra personalidad o actividad en la que nos consideremos competentes y apoyarnos en ella para reforzar otros elementos de la resiliencia que necesitemos solidificar. Pero aviso: esta es una tarea que requiere motivación, esfuerzo, tenacidad y tiempo.
¿Por qué los pequeños retos desembocan, a veces, en grandes éxitos?
Siempre me he maravillado de la impresionante aptitud humana no solo para superar los desafíos, sino incluso para sacarles partido. Es comprensible que el sentimiento de haber vencido un reto sea gratificante y nos propine una inyección de confianza. He conocido a muchos que en su lucha descubren en ellos mismos cualidades que desconocían. A menudo te  dicen que sus relaciones con los demás mejoraron como consecuencia de haberse beneficiado de la solidaridad que sintieron.. Por otra parte, son numerosos los que experimentan cambios favorables en sus prioridades y, como resultado, valoran más las cosas que antes consideraban banales.
¿Tenemos que redundar más en las áreas en las que nos sentimos felices y menos en las que no?
Desde hace por lo menos un par de milenios se ha aceptado la idea de que el sufrimiento humano implica a menudo un premio, una recompensa en este mundo o en el más allá. Son muchos todavía los que proclaman  la idea de que nuestras mejores virtudes y cualidades son extractos del dolor. Tampoco faltan colegas que alegan sin base científica que el dolor es un elemento necesario para el proceso de curación. Sin embargo, la realidad es que las personas nos recuperamos y volvemos a tener ilusiones en nuestra vida pese al sufrimiento, y no a causa del mismo. El sufrimiento en sí no ayuda; lo que puede ser fuente de beneficio es el coraje que invertimos para superar las circunstancias que lo provocan.
Sin duda, el sentido del humor es un buen antídoto. ¿Nos conviene relativizar las cosas?
Aunque las adversidades no parecen ser un caldo propicio para el sentido del humor, la realidad es que las personas que gozan del humor las afrontan mejor. Creo que todos los botiquines de emergencia deben incluir sentido del humor. Nos ayuda a distanciarnos emocionalmente de la situación que nos estresa, a reírnos de las incoherencias y contradicciones de las cosas y también de nosotros mismos.
Parece paradójico, pero a menudo el altruismo es fuente de satisfacción.
Ayudar a otros en trances difíciles es algo muy positivo. Nos hace más resistentes al estrés y al agotamiento físico y emocional. Además, nos protege de la tendencia a aislarnos o a obsesionarnos con pensamientos agoreros. El altruismo induce en nosotros el sentido de la propia competencia y la satisfacción de haber contribuido a la seguridad de otros.
¿El pensamiento positivo es innato o también se puede aprender?
Una tercera parte depende de nuestros genes, otra parte importante depende de nuestra infancia, las experiencias, nuestra personalidad. Pero como en el caso de la resiliencia también nos lo podemos trabajar si estamos dispuestos a invertir esfuerzo y tiempo.
¿Es cierto que creemos más lo que queremos creer incluso por delante de la evidencia?
Es cierto. Los seres humanos estamos predispuestos a la normalidad, a lo que nos ocurre habitualmente. Vemos lo que esperamos ver y pasamos por alto lo que no esperamos ver. Tendemos a captar las cosas que ya anticipamos y no solemos reparar en las que no nos imaginamos, aunque las tengamos delante de nuestros ojos. Sin embargo, estar abiertos a la posibilidad de ver lo que no esperamos ver nos ayuda a percatarnos de sucesos inesperados y protegernos. Igualmente, reconocer que las cosas pueden ser diferentes de lo que parecen, o de lo que suelen ser puede ayudarnos a captar y evaluar amenazas peligrosas.
Además, en ocasiones tampoco advertimos lo que no queremos ver. La incapacidad de captar la desagradable realidad se alimenta de la necesidad de evadir hechos que no queremos afrontar. Todos tenemos una sorprendente habilidad para echar mano, sin darnos cuenta, de artimañas mentales con el fin de evadir y no encarar las situaciones que atentan contra nuestra dicha, nuestras creencias o nuestros prejuicios.
Usted vivió muy de cerca el 11S en Nueva York. Ante una adversidad universal, ¿puede surgir una resiliencia colectiva?
Pues sí. Gracias a la solidaridad, la empatía o la capacidad de ponernos en las circunstancias de los demás y a la tendencia natural a unirnos, sobre todo ante las crisis, grupos de personas unidas superan adversidades que individualmente probablemente no podrían. Los mineros atrapados en la mina de carbón chilena son un ejemplo dramático de la resiliencia colectiva.
¿Qué ha cambiado con el auge de las nuevas tecnologías? Desde su perspectiva profesional, ¿hacia dónde se decanta la balanza?
La tecnología ha cambiado nuestra vida cotidiana de formas inimaginables hace poco. Aunque existe una tendencia bastante extendida a criticar los avances tecnológicos, la realidad es que gracias a estos avances podemos comunicarnos a distancia con nuestros seres queridos, nos unimos millones de personas ante el televisor o la radio y participamos en eventos que antes no podríamos captar directamente. Y no digamos en el mudo de la medicina. El problema es que a menudo culpamos a la tecnología por problemas que realmente son nuestros problemas. Nos quejamos del televisor porque nuestros hijos pequeños se pasan horas  pegados a la pantalla. Pero en realidad no es culpa del televisor sino de los adultos que lo permitimos.
Sin duda, la psiquiatría evoluciona con la sociedad. ¿Cuáles son los retos más inmediatos?
Yo diría que son dos. El primero es vencer a las enfermedades del cerebro que continúan martirizando y arruinándoles la vida a millones de personas. Por ejemplo, la depresión que nos roba la esperanza, la ansiedad crónica que nos atormenta sin descanso, la esquizofrenia que nos aísla en un mundo tenebroso, las demencias que destruyen nuestro sentido más básico de quienes somos y nos convierten literalmente en vegetales.
El segundo reto es quizá la otra cara de la misma moneda. Me refiero investigar a fondo las cualidades naturales que nos permiten encajar las desgracias sin rompernos,  adaptarnos, protegernos de las amenazas y agresiones internas y del entorno y vencer o incluso sacarle algo positivo a la adversidad. En definitiva se trata de  reconocer el hecho de que para vivir una vida saludable y completa no basta con curar los males que nos aquejan, sino que es igualmente importante conocer y fortificar los ingredientes saludables vitales de nuestra naturaleza.
Ramon Texidó
Fotos: Espasa Calpe
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