viernes, 5 de noviembre de 2010

el valor de mercado

Recogiendo ideas de una teoría de la justicia de la propiedad privada




    Una división equitativa de recursos supone un mercado económico de algún tipo, como institución política real.
    El mercado económico defendido desde tantos argumentos políticos, desde aquellos que apelan a las ganancias generales para toda la comunidad, como los que apelan más bien a un supuesto derecho de libertad, basado en la teoría política y económica del siglo XVIII, en gran medida llega a considerarse durante ese mismo periodo como el enemigo de la igualdad.
    En gran medida porque la forma en que se desarrollaron y se pusieron en práctica los sistemas económicos de mercado en los países industriales permitió y, de hecho, fomentó enormes desigualdades en la propiedad.
    Tanto los filósofos políticos como los ciudadanos corrientes han representado la igualdad pues como la antagonista o la víctima de los valores de la eficacia y la libertad a los que supuestamente sirve el mercado. De esta forma una política inteligente y moderada consiste en encontrar un equilibrio o intercambio entre la igualdad y esos otros valores, bien imponiendo limitaciones al mercado como ámbito político, bien reemplazándolo, en parte o del todo por un sistema económico diferente.
    Es necesario defender la idea de un mercado económico, como mecanismo para establecer los precios de una gran variedad de bienes y servicios, y esta ha de hallarse en el centro de cualquier desarrollo teórico de la igualdad de recursos.
    Así, el ciudadano común está “hasta las narices” de los abusos de las compañías de servicios…que antes eran públicas. Están hartos de la falta de calidad de las empresas de telecomunicación, de energía y bancarias. Y eso, que para todas esas actividades existen organismos reguladores con oficinas de reclamación.
    Y de otro modo el Gobierno asegura que no habrá problemas para atender el tipo de prestaciones sociales de seguro de desempleo para los más de 3 millones de parados y otros que no perciben ningun tipo de subvención, aunque para ello se tenga que incrementar el déficit del Estado.
    También debería estar dipuesto a que bancos y Cajas que se quejan de que el ICO les paga muy poco a cambio del riesgo que asumen por entregar sus créditos a particulares y pymes (en la línea ICO Pyme, la entidad sufre la totalidad de un eventual impago y en la línea de liquidez asume la mitad) y dado que por eso los banqueros pidieron el lunes a Zapatero que les subiera esa rentabilidad si quiere que se entreguen los 29.000 millones de esos fondos ICO, en este caso debería ponerse en marcha la iniciativa de una banca pública y un mercado público que fijara los precios de estos servicios más necesarios.
    ¿Cómo puedes llamarte pobre, cuando eres capaz de pagar por un litro de gasolina más del triple de lo que pago yo? ¿Cuando te das el lujo de pagar tarifas de electricidad, de teléfono y móvil un 80% más caras de lo que me cuestan a mí? ¿Cómo puedes llamarte pobre cuando pagas comisiones por servicios bancarios y tarjetas de crédito el triple de lo que aquí nos cuestan, o cuando por un auto que a mi me cuesta 2.000 dólares ustedes pueden pagar el equivalente a 20.000 dólares?”, decía el otro día Franco Modigliani para responder a la amenaza que señalaba el nobel Krugman de que España entraba en la cola de los países pobres de Europa frente a lo que era la Florida de America, y desde ésta contestaba el profesor economista italiano.
    Ahí está el ejemplo también del proteccionismo de la economía americana, con sus trabajadores del acero y frente a las economías emergentes como la China.
    Y también el Ejecutivo Vasco está haciéndose con un Banco Nacional Vasco basado en las tres Cajas de Ahorros allí existentes cuyas emisiones de deuda podrían contar con un rating excepcionalmente rentable. Esta situación terminará siendo objeto de la conocida “competencia desleal” con otras comunidades. ~
    Agradeciendo también el talante racional y argumentativo de la dialéctica introducida en este debate, os dejo con estas reflexiones.
    Querida amiga, ¿qué es mejor, los antiguos monopolios u oligopolios públicos sobre la energía, la telefonía o la banca; o los modelos más modernos de privatización de éstos y gestión controlada por el gobierno de los mismos? Yo creo que el estado es peor gestor que la inicativa privada, pero si a alguien se le deja trabajar en un entorno con competencia restringida, porque se le da una concesión de un servcio público básico, debe admitir que se le controle estrictamente y someterse al control sin traba alguna.
    Como diría un líder comunista chino, Den Xiao Ping: ¿Qué importa que el gato sea negro o blanco?: lo importante es que cace ratones.
    Con permiso de mi querido Daven, aunque le parezca el comentario una deriva inasumible en línea con Hayek, esta vez la cita es de un comunista recalcitrante que, todo parece indicar, con la apertura económica que propugnó ha logrado que China salga de la pobreza.
    ¿Dogmas?: ¡Ni uno más! Yo tampoco estoy dispuesto a asumir la deriva ideológica que me proponga ningún dogmático; ni Hayek, ni Marx, ni Bakunin, ni nadie. Yo soy libre y opino por mi cuenta. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
    Un saludo afectuoso.


A lo que yo le he respondido lo siguiente:
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El papel del mercado a la hora de justificar distribuciones es contingente a un tiempo; cuando se producía esa forma de monopolio, que después derivó a oligopolio, ello no infería una ley histórico-causal que dedujera que siempre se iba a repetir así; más bien era lo que se ha llamado un capitalismo de Estado lo que condicionaba aquella actuación, hasta el punto que el incentivo de la obtención de un plus de riqueza era tal, que por eso no se podía concebir que un sistema público pudiera gestionar bien un servicio, ya que éste al carecer de ningún incentivo de riqueza no haría nada por mejorar o estimular el servicio.


Pero con esta creencia hemos llegado al otro sistema de pensamiento, el del capitalismo posesivo, al otorgar concesiones administrativas de servicios públicos con un control flexible, y al liberalizar ciertos precios de los mismos se pretendía que se compitiera en igualdad de condiciones y que quien ofreciese la mejor calidad-precio ese fuese el que ganase más, ese era el incentivo capitalista, que promovía el mismo Estado.


Pero esto se ha acabado, hemos visto que no es posible responder a un sistema tal, en donde estamos hablando de servicios de primera necesidad, y porque además no es un verdadero incentivo, el hecho de creer que se va a enriquecer más, esto era el “optimismo de la ilusión” en que se basaba el propio capitalismo, tan peligroso y tan nefasto como que suponía la represión o la inhibición de otros deseos o de otras inclinaciones más naturales, de ahí el malestar general cultural a que nos ha llevado, y lo pagábamos con más insania mental, y bastante poco de sabiduría del existir.


Habría que cambiar primero este planteamiento, y buscar verdaderos alicientes e incentivos. En esta teoría no cabía mercado hipotético de ningún tipo, excepto en el caso especial de restituciones por aquellas injusticias pasadas que se puedan demostrar. El mercado no se emplea para definir una teoría de la justicia. La justicia no consiste en la distribución que se pueda lograr mediante un mercado justo de personas racionales, no necesariamente es eso; la justicia es la distribución que se logre realmente, como contingencia histórica, mediante un proceso que “podría” incluir un mercado de transacciones, pero que no tiene por qué.


Cuando se introduce el mercado en un contexto de igualdad de recursos, se hace de forma más positiva pero también más servil. Está respaldado por el concepto de igualdad como el mejor medio de hacer cumplir, al menos hasta cierto punto, el requisito fundamental de que sólo se dedique una parte equitativa de los recursos sociales a la vida de cada uno de los miembros de la sociedad, medida mediante el coste de oportunidad de esos recursos para los demás. Este concepto equitativo debería ser el verdadero incentivo en sí mismo.


Pero el valor del mercado real de transacciones acaba precisamente en este punto, por lo que hay que abandonarlo o limitarlo, cuando el análisis muestra, por todos lados, que ha fallado en su cometido, o que un mecanismo teórico o institucional enteramente diferente lo haría mejor. Para este propósito, los mercados hipotéticos son, con toda claridad, de importancia teórica, tenemos menos certeza de sus resultados, pero su diseño es mucho más flexible y la objeción de que no tienen validez histórica está fuera de lugar.
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Estas ideas representan la crítica de Ronal Dworkin a Robert Nozick uno de los que han sugerido una de las más influyentes versiones de la teoría lockeana de la justicia de la propiedad privada. Y otras ideas en valores y creencias que se han sugerido desde un planteamiento personal.



    Ronald Dworkin dirá de Robert Nozick que en él no cabe nada parecido a la idea de una distribución del poder económico abstracto de todos los bienes que están bajo control social. El mismo Nozick otorga un papel destacado al mercado y recomienda una distribución que se logra mediante un mercado que se defina y se limite de forma apropiada.
    Su pensamiento responde por tanto al ala liberal y conservadora de Rawls y de Hayek.
    Como ves, amigo Gustavo, voy estudiando sobre la marcha, algunas de la teorías mas destacables en filosofía del derecho sobre la igualdad y la justicia.
    No obstante, esta posición no será defendida por mí aquí, más bien me he adherido a la idea de una igualdad de recursos, que se pueda justificar no mediante un mercado sino por otros incentivos y modos de distribución equitativos, que pueden ser transacciones u otros mercados hipotéticos.
    Un saludo afectuoso e intentado aclararme, y me gustaría que esto también pusiese algo de calma sobre el debate y el empeño argumentativo surgido aquí con ánimo de que se pueda seguir ahondando en estas cuestiones técnicas y teóricas si cabe.
    ~




    No sé cómo contestar la cuestión ¿El capitalismo es atroz?, sí supongo que sí, lo es: injusto y egoísta. Otros sistemas se han demostrado aún más atroces. Me produce cierta aversión la complacencia en un sistema político o económico.
    Por eso tengo esperanza en el ser humano, por nuestro natural inconformismo. Hemos de explorar sin cesar, progresar en nuestro pensamiento, en nuestra audacia y, después de terminar nuestra exploración, volver al punto de partida y valorar si ha merecido la pena.
    Los sistemas políticos se agotan. Esparta ganó la guerra del Peloponeso a Atenas. Los valores de la aristocracia sucumbieron a la pujanza de la burguesía mercantil en la revolución francesa. El sistema colonial se empezó a desmoronar en la revolución americana. Este movimiento de contracción y dilatación no se realiza sobre un mismo eje dialéctico, se van alternado y quemando en la hoguera de las ciegas Normas.
    Yo también vengo del ámbito de una escuela de negocio pero hubo un antes y un después. Ni siquiera mi querido maestro me ha cambiado en mi opinión sobre los mercados. No son sistemas óptimos aquellos que descansan en piezas centrales que no están sujetas a responsabilidad social. Tampoco lo son los que guardan asimetrías de información o condiciones de contorno petrificadas. Esto es pura matemática, en el terreno las cosas son aún peores.
    Sufro mucha incomprensión a causa de mi rebeldía, asusta mucho ir contra teoría únicas y no me ayuda el escepticismo. pero me mantiene vivo y en paz con mi naturaleza. Y para mí no es demasiado difícil explicarme.
    Espero que Gustavo se anime a abrir la verja del jardín de las complejidades, porque es allí donde están juntas la planta de la Belladonna y la Melisa.
    Un saludo
    David
    Y vuelve sobre los ataques que se formulan contra el verdadero socialismo y frente a la demagogia:
      Los bancos se han convertido en una pieza crítica del sistema capitalista. Si estos se cierran sobre si mismos la circulación de dinero entre agentes se congela.
      Puede sonar populista o no, demonológico o no, eso son adjetivaciones: sin su cooperación no hay solución, solo una caída a pico en la actividad mercantil. Ni siquiera las adjudicaciones del estado podrían aliviar el problema si no hay financiación suficiente para las empresas adjudicatarias, y estado además paga a tres o seis meses.
      Ahora me dedicaré a la demagogía: el giro liberal “á la Hayek” que está tomando esta bitácora se me antoja difícil de asumir. No puedo incluirme en el grupo de los que ven en el beneficio propio el bien común, ya llevo décadas en este mundo y voy espabilando.
      Parecen olvidadas las exhortaciones a una regulación de entidades financieras, se aplican críticas del escenario de 2007 (expansionista) al escenario del 2008 (recesionista) sin cambiar el chip. No entiendo nada.
      ¿Alguien ha tomado el control de la opinión sin haberme dado cuenta?
      David

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