La respuesta a la objecion a las reglas de juego de cooperación abstractivamente limitada discursiva
Jan. 11th, 2009 at 11:53 PM
Es cierto que el discurso argumentativo -a diferencia, por ejemplo, de la comunicación en el mundo de la vida, comunicación mediante la cual se coordinan acciones- está “eximido de acción” de una manera particular.
(Precisamente por eso el discurso argumentativo no se puede separar de la reflexión trascendental sobre la validez, reflexión efectuada por el pensar solitario; sino que acompaña a esta reflexión, por así decirlo, en todos los posibles distanciamientos de las circunstancias).
Esto quiere decir, entre otras cosas, lo siguiente: en el plano del discurso la racionalidad estratégica de la acción , racionalidad con la cual los hombres, como sistemas individuales de autoafirmación y como miembros de sistemas sociales de autoafirmación, persiguen sus intereses también en el contexto de la acción comunicativa, debe ser separada de la racionalidad consensual-comunicativa. Esta separación forma parte de las condiciones normativas del discurso argumentativo, que debemos haber reconocido necesariamente; pues podemos comprender a priori que, por ejemplo, no podríamos resolver nuestro actual problema de la fundamentación de la Ética negociando abiertamente (es decir, por ejemplo, intercambiando ofrecimientos y amenazas) ni intentando persuadirnos mediante el uso estratégico el lenguaje.
(En esto se diferencia la retórica buena de la mala, y las llamadas “estrategias de la argumentación” están naturalmente, a priori, al servicio de la investigación consensual-comunicativa de la verdad).
Por tanto, nosotros no somos, en efecto, como argumentantes, idénticos sin más a los hombres cuyos intereses pueden entrar en conflicto y hacen necesario algo así como normas morales, cuya función posible condicionan. Como argumentantes que cooperan en la busca de la verdad nos encontramos a una distancia reflexiva respecto de la autoafirmación propia del mundo de la vida. Esto parece hablar en favor de la tercera objeción.
Pero aquí hay que considerar lo siguiente: la función de discurso argumentativo serio no es la de un mero juego, sino que consiste precisamente en resolver auténticos problemas del mundo de la vida, por ejemplo, el de arreglar sin violencia conflictos entre individuos o grupos. Pues una resolución pacífica de conflictos es posible sólo si se mantiene la comunicación entre los hombres orientada hacia un entendimiento, (comunicación que reposa ya siempre en la fuerza cohesiva de las pretensiones de validez), y si se la mantiene como una comunicación tal, que esté separada del comportamiento estratégico; y esto quiere decir: si se la mantiene como discurso argumentativo acerca de la propiedad que tienen las pretensiones de validez de poder ser satisfechas.
(Hay que advertir aquí especialmente que el arreglo de un conflicto mediante negociaciones estratégicas no está libre de violencia, puesto que puede contener amenazas de violencia; precisamente por eso no puede producir decisión alguna sobre la propiedad que tienen las pretensiones de validez de poder ser satisfechas. Hay que diferenciar bien de ello la posibilidad y necesidad de resolver mediante compromisos justos, conflictos entre pretensiones de validez que no reposan en intereses universalizables).
Para la relación del discurso argumentativo con los problemas de importancia moral propios del mundo de la vida, es esencial que hayamos reconocido ya, necesariamente, también precisamente la función (que acabamos de indicar) que el discurso argumentativo desempeña en la vida, cuando hay una argumentación seria.
¿No hemos reconocido ya, con ello, que las normas del discurso ideal deben establecer el principio ideal operacional para la fundamentación de las normas morales destinadas al mundo de la vida?
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Karl-Otto Apel, “La globalización y la Ética de la responsabilidad”, ibid, págs. 73 y ss.
Tags:
racionalidad consensual-comunicativa, racionalidad teleologico-estrategica
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