viernes, 29 de octubre de 2010

la leyenda de Penélope y Ulises

Ulises y Penélope

Ulises fue uno de los cuatro pretendientes de Helena. Casada Helena con Menelao, Ulises solicita la mano de la única mujer que puede competir en belleza con ella, Penélope, la hija de Icario.
Hornero se refiere a Helena y a Penélope como a las dos mujeres más bellas de la tierra, y las compara en belleza a Ártemis, y en otro pasaje llama a Penélope «hermosa como Ártemis y Afrodita».
Helena y Penélope son primas, pues sus respectivos padres (por lo menos sus padres legales), Tíndaro e Icario, son hermanos, hijos de Etalo, rey de Esparta, y de una hija de Perseo.
También Penélope tiene varios pretendientes, y su padre, rey de Lacedemonia, la ofrece al que venza a los otros en la carrera. El vencedor es Ulises y recibe como premio a la segunda mujer de la tierra en belleza y a la primera en inteligencia, virtud y fidelidad. Y emprende con ella el viaje a Ítaca. Pero Icario, el padre de Penélope, no puede consolarse de la pérdida de su hija, sigue a la pareja y ruega a Penélope que no le abandone, a menos que esté muy enamorada del marido que le ha destinado.
Ulises ruega a su mujer que sea sincera y que si no es capaz de quererle siempre y de serle fiel ocurra lo que ocurra, se quede con su padre. Y Penélope, por toda respuesta, se cubre la cabeza con el velo de novia. Quizá otra mujer en el mismo caso habría tratado de explicar su amor con largos discursos.
Parece que las bodas de Helena con Menelao y de Penélope con Ulises se celebraron a la vez. Penélope da a luz un niño y Ulises no tarda en abandonar su reino, a su esposa y a su hijo para tomar parte en la guerra de Troya. Esta guerra dura diez años y la ausencia de Ulises veinte, porque terminada la guerra vive otros diez años de aventuras antes de conseguir pisar el suelo de su patria.
Llega un mensajero y comunica a Penélope la noticia de la muerte de Ulises. Ella se niega a darle crédito. Una voz interior le dice que su esposo volverá y decide esperarle siempre, ocurra lo que ocurra. Son muchos los que la pretenden por esposa. Es joven, es bella, es hija de un rey y lleva en dote otra corona. Pero ella se niega a aceptar ninguna proposición y se convierte así en el símbolo de la fidelidad, más fuerte cada vez a medida que pasa el tiempo.
Todas las noches Penélope, antes de que el sueño la venza, recuerda a su esposo y llora, echada en la cama, para que la dejen llorar en paz. Los pretendientes están seguros de la muerte de Ulises y exigen de Penélope que elija a uno de ellos por esposo. Ella se resiste y se encierra en sus habitaciones, donde teje un sudario para el padre de Ulises, el viejo Laertes. Cuando los pretendientes insisten, Penélope les dice que no se decidirá por ninguno antes de terminar el sudario. Ellos aceptan este plazo, y ella todas las noches deshace el trozo que tejió durante el día, y así va ganando tiempo. Con esta estratagema mantiene engañados durante tres años a los pretendientes. Hasta que una criada descubre el engaño, la delata, y los pretendientes quieren obligarla.
Lo peor de la partida de pretendientes es que viven instalados en el palacio de Ulises, comen y beben de todo lo que hay almacenado en las despensas y arruinan la casa. Telémaco, el hijo, ha crecido y trata de ayudar a su madre contra los huéspedes, pero no consigue hacerles abandonar la casa.
Y un día Ulises desembarca en Ítaca. Se da a conocer a su hijo, le pide que no diga todavía nada a la madre y se presenta en palacio bajo la figura de un mendigo. Soporta que los pretendientes le maltraten y que hasta las criadas le insulten.

~



Tiene una primera entrevista con Penélope sin que ella le reconozca. Se hace pasar por un extranjero; cuenta que hace años conoció a Ulises, y lo describe con detalles tan verídicos que Penélope comprende que todo es verdad. Lo único que parece raro es que Penélope no le reconozca. Desde luego, han pasado muchos años, y aunque estuvieron casados y tuvieron un hijo, sólo vivieron juntos un año. Así, gracias a que ella no le reconoce, Ulises puede apreciar la emoción con que ella escucha todo lo que se refiere al marido ausente. Y no se da a conocer porque antes quiere castigar a los pretendientes.
Hay cincuenta criadas en la casa. Euriclea, la más vieja, que fue nodriza de Ulises, y la mayoría de ellas, siguen fieles a la casa y a Penélope. Pero una docena de criadas se ponen al servicio de los pretendientes y les ayudan a agotar todas las reservas de la casa. Una de esas criadas infieles, Melante, se atreve incluso a insultar a Ulises cuando le cree un mendigo harapiento. No sabe lo que le espera.
La nodriza lava los pies de Ulises y le reconoce por una cicatriz que él tiene cerca de la rodilla. Ulises le impide gritar y le ruega el silencio hasta que llegue la hora. Recupera el famoso arco que sólo él es capaz de manejar, desafía a los pretendientes, les gana, y después de comer, cuando todos están repletos y bebidos, lucha contra ellos sin más ayuda que la de su hijo, y les mata a todos.
Llama a las doce criadas infieles, les ordena que saquen de allí los cuerpos destrozados y que limpien la sangre. Y cuando todo está en orden, las reúne en el patio y las hace degollar. Después manda quemar azufre para purificar la casa.
Y entonces se presenta a Penélope. Ella, al principio, no le quiere reconocer, y ordena a las criadas que lleven la cama de Ulises a otra habitación, para el forastero. Ulises le replica:
—Es inútil que intenten mover la cama. Tú sabes que esta cama no la puede mover nadie.
Y para que Penélope se convenza de quien es él, le cuenta la historia de la cama.
—Hace años, aquí en el terreno donde decidí edificar este palacio, había un viejo olivo. No lo quise arrancar y lo dejé arraigado en el suelo de mi habitación. Y en la madera del tronco mandé cortar mi cama, que sigue sujeta a la tierra por raíces poderosas.
Todo es tan cierto que Penélope se convence al fin de que ha llegado la hora tan deseada y está de veras en presencia de su esposo.
Ulises y Penélope, reunidos después de veinte años de separación, pasan la primera mitad de la noche contándose mutuamente sus aventuras. No dice la leyenda cómo pasaron la segunda mitad. Al amanecer, Ulises se despide, pues quiere visitar a su padre, que vive retirado, abandonado y pobre. Y cuando Ulises regresa a palacio después de visitar al viejo Laertes, le hacen un recibimiento triunfal, en el que Penélope aparece coronada y ataviada con las mejores galas.
Parece que después viven muchos años felices, siempre juntos, y que al fin una dulce muerte se los lleva.
En las versiones posthoméricas, la leyenda de Ulises se complica, y el héroe sigue siendo protagonista de aventuras y tiene muchos hijos, todos ellos fundadores de reinos y de ciudades.
La figura de Penélope, que ha llegado hasta nosotros como símbolo de fidelidad conyugal por encima de todo, no siempre es respetada por la leyenda. Algunas versiones posteriores, infinitamente menos bellas que la primera —la única que merece ser conservada—, suponen que fue infiel y que Ulises a su llegada la repudió.
Otra versión supone que Penélope mata a un hijo que ha tenido Ulises con la hija de un rey. Pero de esas versiones no nos han llegado nombres ni datos concretos. Es posible que el origen de todas ellas sea la reconocida infidelidad del propio Ulises, que a lo largo de sus muchas aventuras tuvo hijos con algunas mujeres.

No hay comentarios: