viernes, 31 de diciembre de 2010

al hombre ya no le basta con la ciencia

Al hombre ya no le basta con haber respondido a la pregunta sobre “qué es lo que puede conocer”, esto es, ya no le basta con la ciencia. La ciencia, tanto natural como social, puede suministrarle indicaciones útiles sobre las condiciones en las que tiene que elegir un curso de acción u otro, las condiciones en las que tiene que decidir. Pero no puede decidir por él. La decisión es suya y sólo suya. E incluso si decidiera no elegir entre una acción y su contraria, prefiriendo dejarse llevar por los acontecimientos, habría elegido ya “dejarse llevar por los acontecimientos”, esto es, habría ya decidido.

La aspiración a la universalidad de toda ley moral que en la fórmula precedente se recoge había sido ya tenido en cuenta por Kant en una anterior versión del imperativo categórico -ofrecida esta vez en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres- que reza así: “Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”, versión ésta del imperativo kantiano que en la literatura ética de nuestros días recibe el nombre de imperativo o principio de universalización. Pero la formulación de la Crítica de la razón práctica incorpora y sintetiza otras versiones del imperativo kantiano, como la que reproducimos a continuación. Dicha versión junto con la aspiración de universalidad recoge un nuevo ingrediente de la ley moral como es la exigencia de autonomía y que rezará ahora como sigue: “No llevar a cabo ninguna acción por otra máxima que ésta, a saber, que dicha máxima pueda ser una ley universal y, por tanto, que la voluntad pueda a la vez considerarse a sí misma a tenor de ella como universalmente legisladora”, versión que al hacer radicar la legislación universal en la autónoma voluntad, bien podría recibir la denominación de imperativo o principio de autodeterminación.


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Volviendo a Kant, su conocida solución de la antinomia de la causalidad y la libertad, no es para ser exactos ninguna solución sino la valiente aceptación de la antinomia misma. Nosotros como hombres somos en parte seres naturales y sociales sometidos por ende a la causalidad de un tipo u otro. Pero no somos sólo eso, sino asimismo seres racionales y por lo tanto libres. O dando ahora un paso más, la libertad de la que no podemos exonerarnos en tanto que hombres nos lleva más allá de lo que somos, más allá del reino del ser, para enfrentarnos con el del deber.
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Ni siquiera la ciencia con toda su obra de divulgación ha venido a poner remedio, cuyos remedios han sido peores que la enfermedad. Porque el hombre sigue aquejado de falta de pensamiento. No se nos da la visión de un “puesto en el cosmos”, de un orden en el universo.

Porque el conocimiento no es el conocimiento científico, es el conocimiento sobre una totalidad, sobre una universalidad del cosmos. Así debe ser el conocimiento.

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