Nos encontramos ante el mismo desarrollo que resultará evidente en el mito de Orestes, del que nos ocuparemos ampliamente más adelante. El asesino de la madre resulta condenado y absuelto por el mismo número de votos. En base al principio materno de las Erinias debe ser sometido al castigo, pero basándose en el derecho apolíneo de la luz, que es el propio de una virilidad superior, resulta inocente. Ambas concepciones se enfrentan sostenidas por un idéntico número de votos. Pero Atenea deposita en la urna su voto a favor de Orestes, y éste es absuelto gracias al calculus Minervae.
La propia mujer reconoce la validez superior del derecho del hombre. En la figura de Atenea la maternidad material aparece sublimada en una espiritualidad liberada del lazo con la madre. También ella, como la sacerdotisa de Dodona, ha sido purificada mediante la luz de las escorias de la materia y elevada al nivel superior representado por el principio masculino de la divinidad. El antiguo derecho telúrico de las Erinnias ha sido infringido, las sanguinarias madres telúricas se pliegan espontáneamente a la nueva ley, contentas de haber sido liberadas de su horrible deber. Lo mismo le ocurre a la sacerdotisa Dodona. A través de Apolo se lleva a cabo la expiación de Orestes, a través del dios masculino se limpia la mancha del matricidio. El mismo pensamiento se halla en la base del robo del trípode beocio. El principio de la luz, gracias al cual los asesinos como Orestes consiguen la expiación y la absolución, es celebrado por los cadmeos en la propia Dodona y obtiene un reconocimiento oficial como lo demuestra la exposición del trípode sagrado.
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El número dos, de carácter material y femenino, que en la dualidad de las sacerdotisas aludía al originario dualismo, es elevado en el trípode a la perfección del tres, a la armoniosaa trinidad. El nivel inferior, representado por el principio religioso telúrico-material, que emerge claramente en el culto de Zeus Aqueloo en Dodona, cede ante el orden cósmico superior que se lleva a cabo con el principio de la luz y que se revela en la sucesión de las tres estaciones del año. Por este motivo debe repetirse anualmente la consagración del trípode. El hecho de que el trípode deba ser sacado de Tebas durante la noche y escondido alude también al tránsito del principio telúrico al de la luz. Y también es igualmente reconocible en la Trakñia pareýresis (engaño tracio). La noche se halla asimilada al principio materno y material. Y ambos se contraponen al principio paterno y al día, que se conjugan con el principio de la luz. El día nace de la noche como el hijo del cuerpo de la madre y como la encina de Zeus de la tierra. La madre es la entidad originaria, entra a formar parte del mundo invisible antes del hombre generador, que opera invisible en la profundidad de la tierra y que sólo en el hijo se manifiesta en su visible exterioridad.
Es cierto que en la encina se reconoce la imagen de Zeus pero solamente la mujer es de por sí visible y existente. El hijo se convierte entonces en padre y la madre se sitúa junto a su hijo como mujer.
De este modo se presentan en Dodona Dione-Venus y Zeus-Aqueloo: la primera como tierra-materia, madre de los frutos y el segundo como la fuerza generatriz del agua, que toma una apariencia sobre todo mediante el nacimiento, es decir, generando la encina que despunta hacia lo alto. Si en el dios se venera la fuerza que genera todo fruto “la fuerza vital por medio de la que todas las cosas nacen de la tierra” (Filóstrato), ello sin embargo presupone a la mujer originaria. En Dodona el principio materno domina la naturaleza: su símbolo es la paloma de Afrodita. Las sacerdotisas que llevan el nombre de este animal (al igual que otras abejas y osas se congregan en otras partes en torno a análogas Madres-Naturaleza) preparan el culto y comunican los secretos revelados por la divinidad, del mismo modo que la tierra en el acto generador muestra la existencia de una fuerza creadora y el misterio de la generación que se realiza en su oscuro seno.
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Las costumbres licias también se hallan atestiguadas en la antigua Atica. Al igual que Asia, allí aparecen como el derecho originario de ese pueblo, y al igual que Asia también se hallan estrechamente vinculadas con la religión, en tanto que se relacionan con el culto de Atenea, la divinidad femenina y con el propio nombre femenino de la ciudad.
La narración de Varrón puede confrontarse con otra similar, conservada por Estrabón que recoge un pasaje de Eforo. Refiriéndose a la guerra que los cadmeos de Beocia llevaron a cabo a su vuelta de Tesalia contra los pueblos que los habían expulsado anteriormente, o sea contra los tracios, iantos y pelasgos -guerra que terminó con la migración de estos últimos hacia Atenas, con el tránsito de los tracios hacia el Parnaso y con la fundación de la ciudad de Iampolis en Fócide- se cuenta en el texto: “dice Eforo que los tracios, tras haber estipulado un armisticio con los beocios, los atacaron de noche, en un momento en el que éstos habían aflojado la guardia. Pero los beocios consiguieron defenderse victoriosamente, y echándole en cara a los tracios la violación del tratado de paz, se les respondió diciéndoles que el armisticio se había pactado únicamente haciendo referencia al día, y que ellos habían sido atacados por la noche. De aquí habría salido el proverbio: Thrakía pareýresis (pretexto tracio). Los pelasgos por el contrario se habían ido a consultar el oráculo mientras la guerra todavíaa estaba en curso, y lo mismo hicieron los beocios. La respuesta que recibieron los primeros no la conozco, a los beocios la sacerdotisa les respondió diciéndoles que hubiesen vencido en esa guerra si hubiesen llevado a cabo un comportamiento impío.
Había surgido la sospecha entre los enviados de que la respuesta de la sacerdotisa pretendía favorecer a los pelasgos, porque ésta pertenecía a su estirpe, en tanto que el santuario era de origen pelasgo. (estrabón). Entonces agarraron a la sacerdotisa y la arrojaron a una hoguera, pensando que su acto, fuese justo o injusto, lograría en ambos casos su fin: así si el oráculo de la sacerdotisa era falso habría recibido en efecto su justo castigo y si era cierto entonces en cualquier caso ellos habrían seguido la orden que habían recibido.
Las autoridades encargadas del templo no consideraron oportuno condenar inmediatamente a muerte a los presponsables dentro del propio santuario y sin interrogatorio previo. Constituyeron por lo tanto un tribunal y quisieron llamar para el cumplimiento de esta funciòn a la sacerdotisa, a saber, a las dos profetisas supervivientes de las tres originariamente existentes. Pero comolos beocios se oponían afirmando que en ningún lugar del mundo se solía confiar una sentencia a las mujeres, las autoridades del templo decidieron que dos hombres contrapesasen a las mujeres. Y como los hombres se pronunciaron a favor de la absolución y las mujeres a favor de la condena, y dada la igualdad de votos, prevaleció el veredicto absolutorio. De este hecho deriva la costumbre de que en Dodona los oráculos encargados por los beocios fuesen primero pronunciados por los hombres. Las profetisas a su vez interpretaron su oráculo en el sentido de que el dios ordenaba a los beocios que robasen los trípodes que se hallaban en su propio país y que los llevasen anualmente a Dodona. Y esto ocurre realmente porque cada año ellos llevan por la noche a Dodona uno de sus trípodes sagrados escondido bajo su manto”.
Esta singular narración, que al igual que la de Varrón, no suele tomarse en consideración, revela una vez más que el principio natural femenino es el más antiguo y que sólo posteriormente el principio masculino entró en conflicto con él, conflicto del que los hombres salieron victoriosos.
Las mujeres condenaron y los hombres absolvieron. En base al principio más antiguo, el material y femenino, los beocios son culpables. Matando a la sacerdotisa ultrajaron a la propia tierra, cuya maternidad es celebrada por las Pléyades (Pausanias). Basándose en el derecho espiritual patriarcal, por el contrario, son inocentes: sacrificaron la mujer a un principio natural, es decir, el de la virilidad generatriz y fundaron el dominio del principio de la luz en la herida infringida a la maternidad telúrica. La sacerdotisa halla la muerte en la hoguera: purificada mediante el fuego de la escorias de su naturaleza mortal va a unirse al principio superior de la luz, cuya incorpórea fuerza despierta desde lo alto en la corpórea tierra el núcleo de la vida. De este modo el propio crimen sirve para propiciar una suerte benigna, ya que basándose en el propio oráculo rendido por la sacerdotisa es posible el desarrollo del progreso.
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Vemos pues como Teseo hace avanzar el mismo principio al que Belerofonte había abierto el camino, y que tenía sus exponentes en Perseo, Aquiles y Heracles. En la base de todas estas leyendas subyace la misma concepción: el logro de una condición superior del hombre y del Estado se basa en la superación del derecho materno. Los mismos héroes que destruyen a las brutales fuerzas telúricas aparecen también como benefactores y protectores de la humanidad y serán quienes destruyan al amazonismo. Todavía mucho más significativo es el hecho de que Atenea escoja como sede del tribunal no el Delfinio (Eliano9, sino el lugar en el que acamparon las Amazonas, la colina de Ares, a cuyos pies que justamente en ese lugar la absolución de orestes, decretada por el primer tribunal de sangre, anuncie el final del derecho materno. La sede del antiguo derecho era ahora utilizada por el nuevo, o bien, dado que las dos concepciones jurídicas hallan sus raíces en dos concepciones religiosas diferentes, podría también decirse que la sede del antiguo culto ctónico servirá ahora al nuevo culto. Atenea, la diosa que carece de madre, se inclina, exceptuando el matrimonio, a todo lo que es masculino, tal y como la define Esquilo /Euménides) e instituye el Areópogo sobre el lugar ocupado por las Amazonas, que vivían sin hombres y eran enemigas de estos. Lo que antes servía a la antigua religión será ahora consagrado a la nueva. La religión cristiana también ha practicado su nuevo culto divino preferentemente en lugares de culto pagano y directamente incluso en los templos paganos, y con objetos de culto paganos. Lo que había servido a los falsos dioses debería contribuir ahora a la glorificación del único dios verdadero, tal y como Marangoni ha puesto claramente de manifiesto en su libro: Delle cose gentilesche e profane ad uso di ornamento delle chiese, Roma.
Pero de Esquilo todavía pueden recabarse más enseñanzas acerca de nuestro tema. La contraposición entre derecho paterno y derecho materno es expresada por Esquilo también bajo otro aspecto. El nuevo derecho es el derecho celeste del Zeus Olímpico y el derecho antiguo provenga del olímpico es proclamado por Orestes, que inmediatamente tras su absolución gracias a la intervención de Atenea, pronuncia las siguientes palabras:
“Oh Palas, salvadora de mi casa. Despojado de la tierra de mis padres, tú me has devuelto a ella! Y alguien de entre los helenos dirá: ¡he aquí que este hombre vuelve a ser ciudadano de Argos y habita en las posesiones paternas gracias a Palas y Loxias, y gracias al supremo árbitro, al dios salvador, que compadeciéndose del destino de mi padre me ha salvado, ante estas defendedoras de la causa de mi madre”
Esto también es expuesto por la propia Atenea.
“Había brillantes testimonios de parte de Zeus y los traía el mismo dios que había predicho que Orestes no sería castigado por su acción”.
Y gritan por el contrario las Erinnias:
“Qué mortal no siente respeto y temor al oir la ley que nos ha fijado la Moira y que han ratificado los dioses. Conservo mi antiguo privilegio y tengo mis honores, aunque tengo mi morada bajo tierra y en tinieblas sin sol”.
Y luego tras ser absuelto Orestes:
“Ay, jóvenes dioses!, habéis pisoteado las leyes antiguas, y me habéis arrancado la presa que ya tenía en mis manos. Pero yo, deshonrada y mísera haré sentir sobre esta tierra el peso de mi cólera. Veneno, veneno vertiendo, en venganza de mi corazón”.
Y en el verso 837 y ss:
“¿Sufrir yo esta humillación? Yo, diosa de la antigua sabiduría, que odio y abomino a los jóvenes dioses, ¿habitaría contigo esta tierra? ¡Oh no siento más que furor y cólera!”
La contraposición es evidente: el derecho del padre, derecho celeste, olímpico, es proclamado por Zeus, a pesar de que él mismo lo había violado, como se lo reprochan las Erinnias, encadenando a su anciano padre Crono. El derecho de la madre es por el contrario ctónico, subterráneo, al igual que las Erinnias que lo representan, y halla su origen en las profundidades de la tierra. Podíamos expresar también esta contraposición sin falsearla en lo más mínimo del siguiente modo: el derecho materno surge de la materia, pertenece a la vida material del hombre, al cuerpo. El derecho paterno corresponde a la parte inmaterial, espiritual del hombre. El primero de ellos posee una naturaleza corpórea, el segundo incorpórea. También el nombre de las Erinnias llama a la tierra. Según los escolios de Tzetzes a Licofrón to eri, he era significa la tierra. En latín le corresponde terra y también tera (Varón) y en alemán Erde. Erinýs también significa divinidad que habita en la tierra. Equivale a theòs katachthónios (divinidad infernal). Las Erinnias son las potencias que dominan las profundidades de la tierra. Hijas de la noche, crearon a todos los seres que viven en el oscuro seno de la materiaa, toda la vegetación que crece sobre la tierra fue generada por ellas. Ellas alimentan hombres y animales y hacen crecer el fruto del cuerpo materno. Si se enfurecen, todo perece, los frutos de la tierra, al igual que los nacidos de los hombres y los animales. A ellas se le ofrecen las primicias del suelo para la salud de los hijos y la prosperidad de los matrimonios. Por el momento no tendremos necesidad de más testimonios que el pronunciado por las propias Erinnias en Esquilo:
“¡Que no sople jamás un viento funesto para nuestros árboles -os anuncio mis favores-, que los ardores que agostan las yemas de las plantas no traspasen las fronteras del país, y que el triste mal que hace morir las espigas no se arrastre hasta aquí! ¡Que la tierra críe fecundas ovejas, madre cada cual de dos corderos en el tiempo justo y que el producto extraído de la tierra, regalo de Hermes, haga siempre honor al feliz presente de los dioses!”
En lo más profundo de la tierra, en las antiguas profundidades, reciben honores y sacrificios, y se encienden fuegos para festejarlas para que alejen del país todas las desventras y envíen todos los bienes necesarios para el florecimiento de la ciudad. También son divinidades benéficas, que se preocupan de la prosperidad y el bienestar de los hombres: son auténticas Euménides, similares en su esencia terrestre al Agathodaímon (el buen genio) y a la Bona Dea romana. Son llamadas las Diosas Augustas, las semnai theaí, y esta expresión no significa otra cosa que megáloi theoí chthónioi (divinidades infernales). Y como ellas, en las oscuras profundidades de la tierra, engendran a todos los seres vivos y los envían hacia lo alto, a la superficie, a la luz del Sol, del mismo modo todo ser, cuando muere vuelve de nuevo junto a ellas. El ser vivo paga su deuda a la naturaleza, es decir, a la materia. De este modo las Erinnias, al igual que la Tierra, a la que pertenecen, son patronas tanto de la vida como de la muerte. El ser material, telúrico, abraza a ambas, la vida y la muerte. Todas las personificaciones de la fuerza ctónica de la tierra unen en sí mismas dos aspectos, el surgir y el desaparecer, los dos polos entre los que se desarrolla, por decirlo al modo platónico, el movimiento circular de todas las cosas. De este modo Venus, señora de la generación material, también será diosa de la muerte bajo el nombre de Libitinia. Y de este modo en Delfos habría una estatua, llamada Epitimbia, junto a la que se invitaba a los difuntos a subir para participar en los sacrificios destinados a los muertos (Plutarco). E igualmente en una inscripción sepulcral romana, que fue hallada junto al columbario de Campana, Príapo es llamado mortis et vitai lucus. Igualmente en las tumbas nada es más frecuente que las representaciones priápicas, símbolo de la generación material. Existe también una tumba, en la Etruria del Sur, en cuya entrada está representado sobre la jamba izquierda un sporium femenino.
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En la isla sagrada de Delos no sólo estaba prohibido morir, sino también nacer. Del mismo modo el fatal anillo de Giges posee la doble cualidad de volver visible e invisible. Imagen de la fuerza ctónica que ha hallado su expresión mitológica también en el arte de Autólico de convertir lo blanco en negro. En este sentido Mercurio, al igual que Autólico, no es sólo el donante, sino también el ladrón.
Bajo este segundo aspecto las benéficas Euménides se conviertenen diosas terribles y horrendas, hostiles y perniciosas para todo ser que viva sobre la tierra. En este sentido les agradan la destrucción, la sangre y la muerte. Y en este sentido también serán definidas como un monstruo odiado y maldito por parte de los dioses, como una cuadrilla sanguinaria y repugnante, desterrada por Zeus y condenada “a permanecer siempre lejos de él”. En este sentido recompensan a cada cual según sus méritos:
porque la gran muerte juzgará a todos los hombres.
En tanto que deidades de la destrucción, serán también las diosas del destino quienes infrinjan siempre el justo castigo, siendo investidas de este poder por la Moira:
“Ya al nacer se nos asignó la suerte de mantener las manos lejos de los Inmortales. Ninguno de ellos toma parte en nuestros banquetes. Pero los blancos vestidos me están prohibidos... Me corresponde la destrucción de las casas cuando Ares entra y mata a un pariente. Entonces le perseguimos y por poderoso que sea lo anonadamos a causa de la sangre reciente”.
Todos estos aspectos de sus ser se unifican bajo una idea fundamental, en el sentido de que todos ellos deriven de la naturaleza material, telúrica. Las Erinnias son lo que es éra (tierra), es decir la expresión de la vida terrena, corpórea, física, de la existencia telúrica.
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Ahora queda claro cuál es la relación que une al derecho materno con la religión ctónica, es decir, con la religión de la fuerza material, y por el contrario, cuál es el abismo que separa a este derecho del principio espiritual propio del Zeus olímpico y de sus hijos Apolo y Minerva. La mujer es la propia tierra. La mujer es el principio material y el hombre el principio espiritual. Para la mujer y la tierra sirven las palabras de Apolo:
“no es la madre la engendradora del que es llamado su hijo, sino la nodriza del feto apenas en ella sembrado. Generador es el que arroja el semen...”
Platón dice en el Menexeno, seguido por Plutarco, Quaestion smp., literalmente lo que sigue: “no es la tierra la que imita a la mujer, sino la mujer la que imita a la tierra, y esto mismo vale para todos los restantes animales del sexo femenino. Por este motivo es probable que en un principio la tierra hubiese generado a seres perfectos gracias a la fuerza y el poder del creador, sin que para este fin fuesen necesarios los órganos que ahora la naturaleza, a causa de su debilidad, debe colocar en los seres engendrados”. Más tarde, una vez salida la primera generación del regazo materno de la tierra, la perpetuación de la especie será obra de la mujer. Afirma Plutarco en el pasaje ahora citado: “todavía en nuestros días la tierra produce animales completos, como por ejemplo topos en Egipto y serpientes, ranas y grillos en otros lugares, y esto ocurre en el caso de que intervenga otra causa o fuerza exterior. En Sicilia, cuando durante la gerra servil la tierra quedó bañada por mucha sangre, y gran cantidad de cadáveres insepultos entraron en estado de descomposición, salieron a la luz innumerables enjambres de langostas, que se difundieron por toda la isla y devoraron por todas partes las cosechas. Estos animales fueron engendrados y alimentados por la tierra, además la abundancia de alimento los volvió idóneos para engendrar y éstos para satisfacer sus instintos se acoplaron, y luego de acuerdo con sus características naturales, pusieron sus huevos, dando nacimiento a pequeños seres vivos. Este hecho demuestra claramente como los animales fueron originariamente engendrados por la tierra, mientras que ahora sus estirpes se reproducen de un modo diferente, es decir a partir de sí mismas”. Al llevar a cabo su función la mujer también representa a la tierra. Ella es la propia materia terrenal, porque el nombre de ambas, ge (tierra) y gyne (mujer) derivan de la misma raíz, una raíz de la que también derivan gya, es decir, terreno arable y cuerpo materno (Sófocles). En sabino sporium (Plutarco), gyon, es decir, miembro de cien brazos, el ya citado Eyrygýes=Androgeo, y por ultimo también Gigas, Ogyges y gygaia Agriska théa (en Licofrón designa a Atenea Ilica, que es llamada Hýpris en el verso 1143 y Sthéneia, en el 1164).
También la palabra alemana Frauenzimmer se relaciona con esto. Zimmer indica la localización, es decir, una característica de la materia terrestre. La materia de la tierra, tomada en su función maternal, y el lugar de la generación. Plutarco subraya de un modo especial esta propiedad de la materia.
“Platón por consiguiente solía llamar ser inteligible e ideal y modelo al padre, y por el contrario materia y nodriza y sede y lugar de la generación a la madre, y al producto de ambos embrión y generación”.
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El hecho de que los frutos encerrados en una cáscara, sobre todo los guisantes y las nueces, estén consagrados a la Diosa Tierra se relaciona con esto. La envoltura es el vientre materno en el que crece la semilla: es édra kai chora genéseos, sede y lugar de la generación, es das Zimmer. En el sentido erébinthoi (garbanzos, y en sentido figurado testículos) se puede ver la raíz cuya conexión no es subrayada claramente por Plutarco.
En la representación simbólica el locus genitalis corresponde a la cista, que corresponde especialmente a las grandes divinidades maternas y telúricas Deméter y Fortuna, y que sirve para esconder los símbolos místicos, y sobre todo también el falo (Clemente de Alejandría y Eusebio). La misma idea se halla en la base de la representación ritual que consiste en meter a los recién nacidos en cestas, cistulae o lárnakes (urnas), como la de Erictonio o la de Cipselo, que según el derecho femenino lleva el nombre de la cesta de su madre, de Perseo y de Danae, de Tnes y Emitea, y de tantos otros. El hombre lleva el nombre de la tierra sobre todo en la época en la que -como dice Plutarco- tras la desaparición de su virilidad, se vuelve en todo similar a la tierra, en la época en la que de él no queda otra cosa que la materia terrestre de su cierpo, es decir, en la edad senil. En efecto géron (viejo), en alemán Greis, así como grays (vieja), deriva de la raíz ge (tierra). “De modo muy distinto son las cosas con respecto a los viejos, los que ya han perdido sus humores, como parece indicar su propio nombre. Son llamados gerontes (viejos) no porque estén inclinados hacia la tierra, sino porque constitucionalmente se han vuelto semejantes a la tierra”. (Plutarco).
También se podría comparar el término gérontes con el término alíbantes, es decir, los marchitos, que es la palabra con la que se designa a los muertos. Al comienzo del tratado “Sobre si es más útil el agua o el fuego” quizás incorrectamente atribuido a Plutarco se afirma lo siguiente: “El agua presta sus servicios en verano e invierno, en la buena y la mala suerte, de día y de noche, y no hay ninguna circunstancia en la que no tengamos necesidad de ella. Por eso los muertos son llamados alíbantes, término con el que se indica que ellos, en cuanto que de ahí en adelante privados de humedad, también están privados de vida. El hombre ha podido vivir, durante algún tiempo sin fuego, pero nunca sin agua”. Este término también es utilizado por Platón en la República, y es traducido por Scheiermacher por “die Verdorrten” (los disecados”. Se designa de este modo a un estado de desecación similar al de las momias, al que plutarco define como xerotes (aridez) y que podemos observar diáfanamente sobre una tumba de cumas, reproducida e inadecuadamente comentada por jorio.
En la fórmula matrimonial ubi tu Gaius, ibi ego Gaia ambos sexos son designos refiriéndose a la misma raíz gaia (Plutarco). También aquí el hombre lleva el nombre de la tierra mientras no posee una potencialidad generatriz activa, del mismo modo que la mujer lo lleva cuando dispone de una potencia generadora receptiva, pasiva. También aquí se destaca el carácter unitario de la fuerza de la tierra y la necesaria complementareidad de ambos sexos, que en el momento en el que tierra genera por primera vez las criaturas todavía no se hallaban diferenciados.
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Creo que ahora resultará mucho más comprensible la correlación existente entre el derecho materno y las Erinnias, y sobre todo entre matriarcado y religión ctónica de la tierra. El derecho materno es el derecho de la vida material, el derecho de la tierra, de la que la vida toma sus orígenes. Por el contrario el derecho paterno es el derecho de nuestra naturaleza inmaterial e incorpórea. El primero de ellos es el derecho de las divinidades que habitan en las oscuras profundidades de la tierra, el segundo es el derecho del olímpico que truena muy por encima de la tierra, a la altura del Sol. El primero es el derecho físico, el segundo el metafísico. A nivel de su máximo desarrollo tanto Apolo como Atenea poseen una naturaleza metafísica: Atenea carece de madre, sale completa de la cabeza del olímpico, es decir, de la sede del más elevado intelecto divino, al igual que la palabra sale de la boca (Esquilo, Suplicantes).
El dercho materno caracteriza a la Humanidad y a su concepción religiosa en un periodo que concebía a la materia, es decir a la tierra, como la más segura sede de la fuerza material. El derecho paterno caracteriza por el contrario a un periodo en el que según lo que Plutarco otorga como mérito a Anaxágoras, junto a la materia había surgido un artífice, pero el propio Anaxágoras enseñaba que los animales habían brotado de la tierra. También Empédocles.
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De este tránsito del derecho materno al derecho paterno coincide con una de las frases del desarrollo de la religión humana, y con el progreso del principio religioso material al intelectual, del físico al metafísico. Aquí se eleva, aquí se alza de la tierra al cielo. El derecho paterno emana de Zeus, el materno de la tierra.
La ley que gobierna el desarrollo de las religiones antiguas, y en general de todas las religiones, puede concebirse como un proceso de elevación idéntico.
Un estudio en profundidad de la antigua mitología hace surgvir a los dioses de aquella época como pirámides, cuya amplia base reposa sobre la tierra -residencia eternamente segura para los mortales e inmortales, édos asphales aeí, (sede siempre segura), como la llama Hesíodo, mientras su vértice alcanza el cielo. Sus fundamentos también son ctonios y materiales, mientras su más pura configuración final es metafísica y espiritual. Diodoro dice que los dioses egipcios parecen haber nacido todos ellos del Nilo y lo mismo afirma con referencia a la mayor parte de estos dioses Cicerón en su De nat, deorum. Y sin embargo estos dioses al final, o al menos en el caso de Osiris, han tomado una forma espiritual, en la que el substrato material aparece como superado y relegado a un segudo plano. Los mismos Apolo y Atenea, y en particular Atenea, que en el último estadio de su desarrollo llega a ser un ser de naturaleza exclusivamente espiritual, hunde profundamente sus raíces en la materia. Un tratamiento exhaustivo de este tema requeriría un grueso volumen monográfico.
Este carácter suyo ha sido correctamente puesto de manifiesto para Apolo-Helate (que al igual que Diana-Hekate, fue llamado por los antiguos triplex) por el duque de Luynes en su artículo sobre el vaso vulcentico de Giges, y en el caso de Atenea por Gehrard en su artículo sobre el metroon ateniense, pero a pesar de estas aportaciones la cuestión sigue seindo susceptible de futuros desarrollados. Sólo queda un punto que considero necesario profundamente en este lugar. En el mito contado por Varrón, del que antes nos habíamos ocupado, Atenea representa al derecho materno, mientras que en la tragedia de Esquilo representa al derecho paterno.. en él defendóia el derecho de las Erinnias, en ésta el derecho de Zeus olímpico. ¿No hay quizáss en esto una contradicción? En absoluto. Como pertenece esencialmente a la materia. Atenea no es en lo fundamental menos material que las Erinnias, era venerada tanto en el Metroon de Atenas como en la Elide como madre, como causa de toda generación material , como Gygaia Agriska théa (así define Licofrón a Atenea Ilia) y al igual que Artemis, su forma espiritual más elevada se halla despojada de todo residuo material y nace sin mediación materna de la cabeza del gran Zeus, representa al ser eterno puramente espiritual, del que el mismo Esquilo dice que se contempla a sí mismo sin estar subordinado a nadie, y del que todo dimana, del mismo modo que la palabra sale de la boca. El derecho materno del mito referido por Varrón es solamente el de la primera Atenea material, venerada como madre en el Metroon, la posterior Atenea puramente espiritual tal y como la representa Esquilo y como la concibe la religion helénica desarrollada representa al derecho paterno, que surge a partir de este fundamento espiritual.
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Basándonos en estas observaciones será fácil valorar en la plenitud de su significado un último punto del drama esquíleo.
Las Erinnias intervienen para vengar el matricidio; mientras Clitemnestra estuvo viva, sin embargo, no la persiguieron por haber matado a su marido. Es lo que Orestes les reprochaba en el pasaje antes citado y a lo que las diosas ctonias le respondían:
“No era de su misma sangre el hombre al que mató”.
Es cierto que Clitemnestra paga su culpa con su muerte, pero es únicamente después del matricidio cuando aparecen las Erinnias para perseguir al hijo culpable, y sólo el hecho de que se haya derramado la sangre materna las despierta de su sueño, las llama de las antiguas profundidades de la tierra, de las que no habían salido tras el delito de Clitemnestra. ¿Por qué motivo? La respuesta es muy simple. La Erinnia es la propia tierra, es la gran madre de toda la vida terrena, es la materia materna. Y con ella se identifica la mujer, que ocupa su misma posición y cumple la misma función que la tierra. El matricidio hiere pues a las Erinnias, les inflama el corazón. El que vierte la sangre materna ofende a la propia tierra y viola en la persona de la madre el derecho de la tierra materna porque ella no es más que un representante de ésta. Por ello es la propia tierra la que se levanta para vengar la infracción al derecho materno, la misma tierra ha sido ultrajada, el orden de las cosas, el derecho de la naturaleza, el más elevado derecho divino de esa época es sacudido en sus cimientos, es trastocado. Al morir, la madre asesina vuelve a la tierra, la madre humana se une a la madre divina, al alma de la tierra, a la que pertenece y a la que ha representado en vida.
La propia Clitemnestra se convierte ahora en Demetes Erinys (Pausanias). En las Erinnias Orestes descubre a las Erinniass de su madre, a los espíritus enojados de su madre, a su propia madre (Pausanias). La madre mortal se ha unido a la Madre-Tierra inmortal, muriendo se ha transformado en ella y se ha convertido de este modo en Demetes Erinys. Es verdad que todos los muertos se convierten en Demetreiloi y también son llamados con este nombre, es cierto que todos ellos se convierten en dii manes junto a la gran madre Mana Genita (Plutarco), es cierto que de todos los muertos se dice que son buenos, chrestoí, que también se unen todos al telúrico Agathodaímon, a la telúrica Bona Dea pro todo esto adquiere un significado especialísimo en el caso de la Madre-Tierra inmortal, muriendo se ha transformado en ella y se ha convertido de este modo en Demetes Erinys.
Es verdad que todos los muertos se convierten en Demetreioi y también son llamados con este nombre (Plutarco) es cierto que se convierten en dii manes junto a la gran Madre Mana Genita, es cierto que de todos los muertos se dice que son buenos, chrestoi, que también se unen todos al telúrico Agathodaímon, a la telúrica Bona Dea pero todo esto adquiere un significado especialísimo en el caso de la madre, porque ya durante la vida ella es una imagen de la madre-Tierra a la que representa entre las criaturas mortales. Y es también esta unión íntima la que en caso de matricidio desencadena a la propia tierra.
Los demás asesinatos se dejan a la venganza de los hombres y así a Orestes le corresponderá vengar a Agamenón. El matricida por el contrario será perseguido por la propia Tierra. Cualquier otro asesino puede evitar la venganza del hombre gracias a su habilidad, a su fiera o su valor, mientras que el matricida se convierte en presa de la Tierra vengadora sin posibilidad alguna de salvación.
Este ha violado la más importante ley material, la ley de la Madre-Tierra, la ley más elevada que está en la base de todo. El ha alterado el orden de la naturaleza telúrica y debe por consiguiente reestablecer este orden mediante su propia muerte, hasta que ello no ocurra la Tierra, herida en su dignidad materna, no dará más fruto, no cumplirá su función material. Este es el significado de las palabras que Esquilo pone en labios de las Erinnias en la trilogía que estamos estudiando. Estas reclaman la muerte del asesino de la madre con el fin de que a través de esta muerte se reestablezca el ordenamiento materno propio de la naturaleza telúrica.
“¿Oh madre, madre noche, tú que me has engendrado para castigar igualmente a los que ven la luz y a los que ya no la ven, escucha mi voz! El hijo de Leto quiere humillarme arrancándome esta liebre, única prenda que puede expiar el asesinato de una madre”.
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