El testimonio de Apolodoro y la ginecocracia.
El testimonio de Apolodoro alcanza especial importancia porque utiliza el término gynaikpkratoymene para la isla de Lemnos. La ginecocracia aparece aquí en su mayor exageración, como amazonismo asesino de hombres. Pero el relato no sólo nos da la certeza de la existencia de un modo de vida amazónico en Lemnos, sino que también nos instruye sobre los acontecimientos que provocaron la transformación de una ginecocracia conyugal en un amazonismo hostil al matrimonio. En efecto, justamente en esto está el especial provecho que sacamos de la historia del crimen de las lemnias. El mito habla de una hostilidad de Afrodita contra las mujeres de Lemnos, que habría descuidado el culto de la diosa. Este es un rasgo cuyo significado nadie puede dejar escapar.
Las mujeres lemnias encuentran más placer en la vida amazónica y la habilidad guerrera que en la realización del destino femenino. La orden de Afrodita, que señala el matrimonio y la procreación como la meta más elevada de la vida de la mujer, no encuentra cumplimiento. La habilidad guerrera tiene más valor que la maternidad. En lugar de una maternidad inclinada hacia el hombre, fielmente dedicada a él, aparece la vida amazónica, que se enajena cada vez más del destino femenino, y con mucha razón puede ser descrita como violación del culto de Afrodita. A esta conformación de la vida femenina necesariamente le sigue la alienación y aversión para con los hombres. Afrodita venga el abandono de su culto retirando a las mujeres el atractivo amoroso. La dysosmia que envía a las lemnias, señala justamente la belleza de la auténtica femineidad perdida en el amazonismo y en su práctica masculina, y la pérdida de todo aquel atractivo mediante el que Pandora cautiva al hombre.
La misma idea subyace en aquel dato según el que Aquiles y Perseo sólo conocieron la belleza de Pentesilea y la Gorgona cuando ellas expiraron en brazos de sus vencedores. En la grandeza de la belicosidad se pierde todo el atractivo amoroso de la mujer. Pero la muerte pone fin a esta degeneración, y ahora la ruina del enemigo sólo provoca pasión, que ya no puede encontrar realización. En su lésbica, Mirsilo (según el escolio a Apolonio de rodas), atribuye la dysosmia a una acción de Medea. La colca, cuando navegaba por delante de la isla hostil a los hombres, había arrojado sobre la misma un veneno que llevaba en sí el germen de la enfermedad; desde aquel tiempo en Lemnos se observa un día en el que las mujeres mantienen lejos de sí a sus maridos e hijos en recuerdo de aquella antigua enfermedad. A través de la relación con Medea, la dysosmia no modifica su significado. Medea cumple la orden de la dysosmia no modifica su significado. Medea cumple la orden de Afrodita cuando sigue a Jasón; reconoció en la vida amazónica y hostil a los hombres la anulación de aquella ley, a la que ella se rendía. Apartados de sus mujeres por la dysosmia, los lemnios se unieron a las tracias. Son doncellas cautivas, que trajeron como botín de su incursión al vecino continente. Aquí nos aparece la ginecocracia lemnia en medio de tales costumbres y circunstancias, lo mismo que nosotross la conocíamos antes como fondo originario de la vida ginecocrática. Guerra y razzias llevan lejos a los hombres y los apartan por largo tiempo de la casa y de la familia. Para llevar tal vida, la hegemonía de las mujeres es una necesidad. La madre cuida a los hijos, atiende los campos, gobierna la casa y los criados también, y cuando es necesario, defiende la patria y el hogar con las armas en la mano, del mismo modo que las licias recogían la cosecha armadas. La posesión y el ejercicio de la hegemonía, unida a la habilidad en el manejo de las armas, aumentan en la mujer la consciencia de su dignidad y poder. Así sobresale por encima del hombre, y en la belleza corporal, por la que las lemnias se distinguían especialmente (esc. Apolonioi de Rodas), se refleja el esplendor de su posición. Por el contrario, la expresión del desprecio que alcanzó la vida de salteadores de los hombres va unida al nombre popular de sintios. En esta relación se asocia la denominación del antiguo nombre popular lemnio ozolí y psoleis. El reproche que surge de estas denominaciones pone de manifiesto con especial énfasis el contraste que separa en ambos pueblos ginecocráticos a la mujer dominante y al hombre sirviente. Los minios psoleicos aparecen como sucios mozos de forja cubiertos de hollín. Los pastores locrios deberían haber sido llamados ozoli a causa del olor de las pieles de cabra. Para los sintios se da una doble explicación. Mientras que algunos consideran su nombre en relación a la salvaje vida de bandoleros, Helánico vio en él una relación con la artesanía de la forja y la fabricación de armas, que salieron por primera vez de los sintios de la heféstica Lemnos.
Tanto en una explicación como en la otra, los hombres aparecen en una posición que debió concienciar a la mujer de su mayor poder y su superioridad espiritual y corporal.
De esta situación, nosotros retenemos cómo la ginecocracia matrimonial debió construirse siempre de forma distinta a la vida amazónica, y cómo por último la fuerza conjunta de aquellas poderosas pasiones -el sentimiento de venganza contra las afortunadas rivales, y el afán de dominar-, pudieron impulsar a las mujeres lemnias a su sangriento crimen. El que remita el asesinato de los hombres al terreno del mito, no comprende el carácter de la mujer, insaciable de sangre; no fija correctamente el influjo que la posesión y el uso del poder ejerce sobre el aumento de su natural pasión, y priva a la historia de la raza humana del recuerdo de un control que puede aparecer como bekkesekenos leros para las épocas más cultas- pero también más débiles y para el sexo débil, y que sin embargo formó parte del número de los sucesos importantes. Sangre y crimen se asocian a la ginecocracia de la época antigua.
Lemnos nos muestra cómo la descomposición interna de los estados y los pueblos con mucha frecuencia radica en ellos mismos.
Apolonio de Rodas y su escolastia lo ponen de manifiesto explícitamente, al ser consagrados a la muerte no sólo los hombres, sino también las tracias con sus hijos. Al odio contra las rivales que fueron favorecidas se une la preocupación acerca de la hegemonía, cuya seguridad parece exigir la aniquilación de los parthenios tracios.
Así Hipodamia mata a Crisipo, Nuceria a Firmo, por temor a que ellos pudiesen adueñarse un día del poder (Plutarco, Paralelos). Semejantes costumbres sangrientas se asocian al culto de Yodama. Todavía Solón tiene que luchar contra la predilección de las mujeres por las crueles costumbres funerarias. Se asocian rasgos notorios de la vida amazónica, que sacrifica el natural sentimiento materno a la preocupación por el poder. La destrucción de los nacidos del sexo masculino no es un mito, y es absolutamente necesaria para el amazonismo. Es un fenómeno absolutamente corriente que un autor posterior realice bajo cuerda una atenuación del antiguo relato. Así, Apolonio, teniendo en cuenta el ambiente de su época, ha asociado el asesinato de los hombres a la migración forzosa, permitió que las mujeres apareciesen en el límite de la decencia femenina y colocó en boca de Hipsípila en el discurso a Jasón reproches sobre la conducta de los maridos lemnios. ¿Quién querría asombrarse de la muchas formaciones divergentes que la acción de las lemnias ha tomado en boca de los trágicos, en la Hipsípila de Esquilo, en la de Eurípides o en Las Lemnias de Sófocles? (escol. Apolonio de Rodas). El crimen lemnio no es menos rico en auténticos motivos trágicos que la acción de las Danaides. En el alma de Hipsípila, el deber de sacrificarlo todo al dominio de su sexo libra un combate con el amor natural hacia su padre, lucha que de la mano de Esquilo debbió resultar un contraste conmovedor para salvar abismos. Ante tales tratamientos, la interpretación de Aristófanes puede haber sonado como un libre juego satírico consecuencia de las severas tragedias. Pues también Aristófanes trató el tema, sin duda con un exceso de alegría, de la que Las Tesmoforias o La asamblea de las mujeres da una idea tal vez no demasiado suave. Meinecke ha reunido los escasos fragmentos conservados de la comedia de Aristófanes Las Lemnias. Alexis cita una ginecocracia en Pólux y de ahí se informa al espectador de un fragmento referente a las mujeres. De todo eso deducimos los aspectos de las antiguas costumbres femeninas que se destacan especialmente en estas descripciones tardías, y cómo la misma costumbre aparece en distintas épocas y en relación con distintos niveles de cultura ya como algo digno de admiración, ya como signo de perversión.
En el sangriento crimen de las mujeres lemnias, la ginecocracia se nos revela en su expresión más elevada y poderosa. La ejecución del asesinato de los hombres muestra el poder de la mujer en su punto culminante. Es vengada la violación de los lazos matrimoniales, inmoladas las rivales y exterminado su linaje. A la luz del heroismo más elevado aparecen las lemnias, supremas figuras amazónicas, que han perdido por completo la debilidad de su sexo. Pero este gran triunfo es la mayor degeneración. La mujer no es tal gran héroe. El mito ha insinuado cómo desde la más elevada expresión de la ginecocracia se desarrolla su decadencia. En medio de las mujeres chorreantes de sangre aparece la reina inocente y que obedece al amor filial, cuyo aspecto coloca esta ternura y amor femeninos al lado de la imagen de grandeza heroica amazónica. Hipsípila, que como Hipermestra y Clitemnestra ya proclama en su nombre la grandeza de su poder, no es capaz de subordinar la voz del afecto natural al interés de la soberanía. Ella protege a su padre Toante. Entenderemos mejor el significado de este rasgo cuando lo relacionemos con el otro, según el cual Jasón engendró dos hijos con laa propia Hipsípila, de los que uno, Euneo, es llamado Jasónida en Homero (Ilíada). A Hipsípila se asocia el paso del matriarcado al patriarcado. El amazonismo se prepara para la decadencia a través de su propia exageración. En Hipsípila se unen los dos. Como Amazona perteneciente al Derecho femenino, se convierte en madre de un linaje que atribuye su origen al padre, y ella misma se somete a este principio, mientras que sólo ella de entre todas las mujeres mantiene sus manos limpias del parricidio. En Apolonio, la reina promete al héroe que se despide, si alguna vez regresa, el cetro de su padre, que no es propio de ella. Más tarde lo llevó el jasónida Euneo, como nos relata Estrabón. Es muy significativa en relación con esto la observación de Higinio, que decididamente pertenece a la antigua tradición: las lemnias habían puesto nombre a todos los hijos que tuvieron de los Argonautas a partir de sus padres.
Este dato tiene un punto clave en la oposición en la que tal denominación entra con la idea fundamental del estado amazónico. De las Amazonas se dice que apo meteron egenealgointo. Las Amazonas solo tienen madre, el padre no significa nada. Sólo entra en una relación pasajera con la madre como fecundador. Después de cumplido su papel, abandona la hospitalaria costa y se hunde en el olvido. Si ahora las lemnias otorgan a sus hijos el nombre paterno, y también el hijo de Hipsípila aparece como jasónida, entonces se muestra aquí vencido el amazonismo y en suma el matriarcado, y establecido el principio de paternidad.
La misma transformación se distingue en el destino ulterior de Hipsípila. En Nemea, el hijo del rey, Ofeltes-Arquémoro, está bajo su cuidado. Puesto que el oráculo prohibía que el niño depositado sobre la tierra, ella lo dejó en una exuberante hiedra trepadora, donde lo mató la serpiente de la fuente. Adrasto y sus seis compañeros celebraron los primeros juegos Nemeos en honor del muchacho. En la corona de hiedra que adorna al vencedor se unen la memoria de Arquémoro y de Hipsípila, la lemnia reina de las Amazonas. En este relato, la hija de Toante aparece con una carácter cerealístico-maternal. Las Hipsípilas nemea y lemnia establecen un fuerte contraste. Ha desaparecido el aspecto soberbio de la mujer dominante. La reina aparece en Nemea como una siviente. Su vida no está dedicada al ejercicio de las armas, sino a cuidar esmeradamente a un niño. El carácter amazónico ha debido ceder ante otro completamente nuevo. Hipsípila ha sido restituida al destino de la madre. Lo mismo que tuvo dos hijos de Jasón, en su relación con Arquémoro-Ofeltes aparece como la Madre Naturaleza que se alegra de la fecundación, cuyos nacimientos están sujetos a la ley del devenir eterno y del perecer asimismo eterno, Euneo y Nebrófono muestran en su nombre el significado de su duplicidad y en Arquémoro-Ofeltes se repite esta doble relación. Están indisolublemente unidos el uno al otro, lo mismo que en toda la creación terrestre la vida y la muerte, el nacer y el perecer se interpenetran y caminan al mismo paso.
Así, la Amazona enemiga de los hombres y del matrimonio se ha convertido en la gran Madre de la creación telúrica, y este nuevo carácter se hace particularmente importante justamente a través de la oposición a su amazonismo primitivo. La vida dionisíaca ha ocupado el lugar de la amazónica. El patriarcado dionisíaco ha desplazado al matriarcado telúrico. Esta decadencia está muy clara en la oposición del arbusto de hiedra a la tierra. Como Ofeltes no puede ser depositado sobre el suelo, Hipsípila lo confía al apium que crece en el agua de la fuente, cuyo nombre describe la propia fuerza del agua (apa), y por consiguiente lleva en sí la safe de la naturaleza de Dioniso, al que los antiguos llamaban pases hygrotetos kyrios. En la corona de hiedra destaca el predominio de la naturaleza masculina engendradora sobre la femenina que concibe. En la periodicidad quinquenal de la fiesta se repite el significado matrimonial del número cinco, que ya es conocido por nosotros.
Pero a la propia Nemea se une también, en otro mito, el recuerdo de la decadencia del Derecho femenino. En la emboscada de Nemea los Moliónides sucumbieron bajo las flechas de Heracles. Los hijos de la Madre, invencibles en la Elide, sucumbieron aquí ante el gran héroe solar, aniquilador de toda ginecocracia. Así el mito nemeo remata el lemnio. Lo que allí se prepara, es aquí culminado. El telurismo y el amazonismo están vencidos; alcanza reconocimiento el Derecho luminoso de la paternidad.
De la unión de Hipsípila y Jasón resulta con toda probabilidad que la implantación del patriarcado en Lemnos se asocia con la inmigración de un grupo de Minios expulsados de su país en circunstancias semejantes. En efecto, se ha señalado repetidamente que jasónidas o minios poblaron la isla. Justamente este hecho pudo haber sido la ocasión para incluir la isla de Lemnos en los poemas argonáuticos. Es muy significativo que de entre todos los héroes a bordo de la Argo, solamente Heracles se quedará atrás y censurase a sus compañeros por su emparejamiento con las Amazonas. Esta visita pasajera es propia del espíritu de la vida amazónica y está en concordancia con lo que es relatado acerca de las mujeres, samnitas, de la visita de Talestris a Alejandro, de las mujeres sármatas bactrianas y gelónidas en Eustacio (Praeparatio Evangelica); así Heracles aparece, por otra parte, con el mismo carácter que generalmente le otorga el mito. Es el implacable adversario de la hegemonía de la mujer, luchador incansable contra el amazonismo -de ahí misogynes, en cuyo sacrificio no toma parte ninguna mujer, quee nuncaa juran por su nombre- y que finalmente encontró la muerte en una vestidura impregnada de veneno por una mujer.
Heracles conserva este carácter incluso entre los Argonautas. En la sociedad de los minios fundadores del Derecho masculino él tiene su lugar adecuado, pero el vencedor de las mujeres, el destructor del amazonismo, no puede entrar en la isla sin hombres, dominada por las mujeres; solamente puede censurar el emparejamiento de sus compañeros.
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1 comentario:
muy interesante tu exposición. Veo que, en cierto modo, sigues la estela bachofiana...
Curioso situar la capacidad telúrica posteriormente a la amazónica cuando se suele interpretar como una fase previa, de capacidad creadora de las diosas primigenias. Yo interpretaría más bien esta fase como demétrica, si lo seguimos bachofianamente.
Saludos y abrazos amazónicos
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