Mediante sus hazañas, los hijos de madres mortales se dan a conocer como potencias luminosas hijos de padres celestes. Así se elevan Heracles, Perseo, Teseo, los Eácidas, hasta la superior naturaleza inmortal, y por eso se convierten en libertadores para la Humanidad de la materialidad exclusiva en la que se encontraba hasta entonces; son los fundadores de una existencia espiritual, superior a la corpórea, incorruptible como el sol, de la que surge, héroes de una civilización distinguida por la indulgencia y las aspiraciones más elevadas de un Derecho completamente nuevo. A este nivel espiritual superior pertenece el Derecho paterno, del mismo modo que en el nivel lunar se encontra el todavía material. Lunus es el padre físico de los hombres; la potencia solar, el espiritual. Desde ahora, la inmortalidad se traslada desde el lado materno al paterno. La relación se ha invertido. Lo principal e inmortal según las leyes de la vida material era la madre, y ahora, según las leyes espirituales, el padre ocupa este lugar; mortalidad y subordinación son la dote de la madre. En Minos se muestra, como en Eaco, la culminación de este cambio. Según el cuerpo, es hijo de Asterio, el Lunus material. Pero el espíritu inmortal con el que ejecuta tantas hazañas lo revela como hijo de Zeus. Como el padre, se alza hasta la naturaleza celestial, y su madre, Europa, por el contrario, es rebajada a una mujer mortal.
Según la opinión de los antiguos, Minos era considerado como hijo sólo de una madre; el toro generador se presentó a la inmortal Europa como el mortal Asterio, como Jasión a Deméter. Lo mismo vale seguramente para la madre de Eaco, Egina. Pero al final prevalece en la consideración religiosa de las cosas un punto de vista espiritual que abandona la vida puramente material y con ello también la relación de filiación debe cambiar a la exactamente opuesta. La preponderancia pasa al lado paterno. El Derecho de las potencias luminosas terrestres, el patriarcado, sale vencedor sobre el de la maternidad telúrico material. La propia mujer se doblega con gusto ante la superior potencia solar. Reconoce su resplandor como luz prestada, se inflama de amor ante la superior naturaleza espiritual del hombre. Como la luna al sol, así Ariadna sigue al héroe solar, Teseo, surgido del mar, y saluda en él a su liberador.
Minos había perseguido a la casta Britomartis, como Atenea sufrió la persecución de Hefesto, Tetis la de Peleo, Anna Perenna la de Marte, y luchado por el goce de la materia femenina, según la ley material del hombre: así se repite la relación y, cegada por la naturaleza superior del hombre, como Io ante la visión de Zeus, la mujer ansía la unión con él, y encuentra su mayor redención en la subordinación al amado. Sólo con esto se produce la unión de los sexos en concordancia con la más elevada ley cósmica. Teseo culminó esta tarea. Cuando mata al Minotauro, él, el Heracles ático, funda el Derecho Paterno espiritual de la potencia luminosa celeste. En el Atica se culmina y se continúa a Creta. Ahora vale la sentencia que nos comunicaba Plutarco: "Así el hombre se remite al auxilio de la superior potencia espiritual, celeste, como su principio más elevado".
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J. J.Bachofen
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