viernes, 24 de diciembre de 2010

Lemnias y el lemnio Toante

La analogía entre Aquiles y el lemnio Toante se asienta en la fiesta nocturna del fuego que es celebrada por el héroe aqueo, el cretense Dáctilo "Quinario", el Prometeo lemnio (así fue llamado también Aquiles) en la isla Leuke, y por los Cabiros y su líder Hefesto en Lemnos. Ambas fiestas son descritas por Filóstrato, nacido en Lemnos (Heroica). Focio anuncia que después del crimen de las mujeres aquellas potencias telúricas engendradoras cuyos misterios se celebraban también en Leucosia-Samatrocia, habrían abandonado la próspera isla. Para que regresen y para aplacarlas, se celebraba la fiesta del fuego de nueve días. Todas las luces de la isla se apagaban, y se traía una nueva llama de Delos. Mientras se completaba el tiempo, el barco que la traía rodeaba la isla. Llega después el momento de transmitirla a los habitantes; comienza entonces una nueva vida, banquetes y risas reinan por doquier. El vino, don de los Cabiros, es bebido en abundancia. Todo celebra el favor divino recuperado.

El carácter originario de esta fiesta no se puede negar. Se demuestra la relación con a heorte choon de los atenienses antes mencionada (Ateneo). Esta es una fiesta de expiación de la Tierra materna, que ofrece a los hombres los frutos y los dones deliciosos y confortantes. Al tiempo de luto y penitencia le sigue el de júbilo y una nueva vida de abundancia y opulencia. Bulimos es expulsado, e introducida la abundancia que se canta en la beocia Queronea, según Putarco. Se vuelve a ganar para los mortales el favore de la Madre Tierra, que se había distanciado de ellos por el delito de los hombres. Por esto la fiesta en Atenas se asocia al matricidio de Orestes, y en Lemnos al crimen de las mujeres, que entregan a sus maridos a la muerte, infringiendo así la orden de Afrodita de ser fieles y amables con todos los varones. En ambos casos, la idea es la misma: ofendida en su ser más íntimo, la gran Madre de la Naturaleza retira a los mortales su favor y sus dones. Tanto castigo y penitencia que surge de la potencia natural femenina está contra la masculina, de la que surge la expiación. Desde el punto de vista del Derecho femenino de la Tierra, el crimen de Orestes no puede encontrar perdón. La expiación viene del dios masculino de la luz, Apolo. Que ella se volvió hacia los mortales lo muestra el laurel que creció allí donde se había enterrado e medio de purificación tanto como la relación del tabernaculm Orestis con el templo de Apolo, ante el que fue levantada aquella skene. La misma idea subyace en la fiesta lemnia. De Afrodita no puede llegar ningún perdón a las lemnias; desde el punto de vista del principio telúrico, las mujeres homicidas no tenían que esperar perdón, como tampoco Gogo o Leucomantis, que pagaron con su vida su odio a los hombres (Plutarco). Allí el superior principio luminoso masculino se interpone, conciliador, liberador, tranquilizante. Lo mismo que Apolo reconcilió a las Erinnias con Orestes y toda Atenas y cambió su odio por benevolencia, así también la ira de Afordita contra las lemnias se disipó mediante la mediación de Hefesto y su favor fue recuperado gracias al dios masculino de país.

Hefesto ocupa aquí el mismo lugar que estaba destinado a Apolo en Atenas. Ambos dioses pertenecen al principio masculino del fuego. ¡En tanto coinciden! Su diferencia está en el grado de pureza que corresponda al fuego hefástico y al apolíneo. El fuego hefésico es el calor telúrico, el fuego volcánico del Mosidas lemnio, del que Prometeo, el protector de la herrería ática, robó el ascua en una férula. Por el contrario, el fuego apolíneo es el más puro, el más elevado principio luminoso -fuera de todo contacto con la materia, por lo que es lamado non urens por Servio y Platón-, que cuida eternamente su originaria pureza divina. En el mismo grado, Hefesto está bajo Apolo. Su pie cojo, que tiene en común con Belerofonte, proclama la región a la que pertenece. Pero lo que le falta, es restablecido y añadido mediante el eterno retorno al principio solar apolíneo. La llama profunda por el contacto de la materia e impura por el uso de los hombres es reemplazada por otra nueva, que envía Delos. Sólo con el tiempo esta nueva vida se introduce en la isla. Solamente ahora es borrada la antiguaa culpa, y Afrodita es aplacada por completo. En última instancia, Apolo es, para Lemnos no menos que para Atenas, el salvador, ante el cual la Madre Tierra, renunciando a su propia Ley, se doblega voluntariamente. En el retorno al más alto poder solar yace la decadencia de del antiguo Derecho de la Tierra, que tiene su expresión en Afrodita y su castigo. En él yace la elevación del principio paterno masculino a la hegemonía más firme. Ahora en Lemnos Afrodita y Hefesto están uno al lado del otro como esposos. Pero Afrodita está en segundo término, en una posición subordinada. El telurismo de la mujer sucumbe al principio ígneo del hombre. En todas las partes del mito lemnio se muestra la misma idea: la ginecocracia, elevada hasta el amazonismo, prepara su decadencia por el sangriento homicidio.

El principio superior del Derecho paterno debe su victoria a la potencia solar apolínea, que hace fente al telurismo y su Derecho sangriento, como benévolo principio reconciliador, y prepara una época de nuevo y más rico desarrollo.

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