viernes, 31 de diciembre de 2010

patrimúltiple

Concluiría tomando en préstamo un título del filósofo peruano Miguel Giusti que no hay un cosmopolitismo sin alas (las alas que nos permitan sobrevolar los particularismos e instalarnos en una dimensión universal), pero que tampoco hay un cosmopolitismo sin raíces (las raíces que nos permitan dar arraigo en el aquí y el ahora de una comunidad y una comunidad nacional, a la individualidad que somos y que nos constituye.
Si el cosmopolitismo con alas habría de ser global y el cosmopolitismo con raíces habría de ser local, cabrá decir, sirviéndonos de un neologismo de reciente acuñación, que el cosmopolitimo no podría ser sino glocal.

Cuando a Diógenes le preguntaron de dónde era respondió que era kósmou polítes, esto es, que tenía por patria al mundo entero, aunque eso sí lo dijo en griego, pues en alguna lengua hubo de aprender a expresarse. Y lo que el cosmopolitismo nos daría es la oportunidad de tener tantas patrias como lenguas, cosa que según pienso no habría de echar en saco roto en un país multilingüe como el nuestro ni tampoco a propósito de una lengua patrimúltiple como la que estamos ahora usando.

De modo que ser cosmopolita es saber levantar el vuelo, pero sin renunciar a las raíces. Y es estar enraizado, pero sin dejarnos por ello recortar las alas. Que es la única manera en que los seres humanos y no tan sólo sus derechos, podrían llegar a ser verdaderamente humanos, esto es, tales que nada humano les sea ajeno.

Javier Muguerza

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