Cito a Cioran:
El ser mismo no es más que una pretensión de la Nada.
Y es que no hay vida más que en la falta de atención a la
vida. El espíritu se aja al acercarse a la salud: el hombre
es inválido o no es.
Pero continúa prefiriendo su propio fracaso a la
naturaleza que fracasa eternamente en la salud.
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Sabiduria para la existencia.
Los pueblos jóvenes sacrifican la dicha a la eficacia, y no admiten la legitimidad de ideas contradictorias, la coexistencia de posiciones antinómicas.
Todos sus éxitos les vienen de su salvajismo, pues lo que cuenta en ellos no son sus sueños, sino sus impulsos.
¿Que se inclinan a una ideología? Aviva su furor, hace valer su trasfondo bárbaro y les mantiene despiertos. Cuando los pueblos viejos adoptan una, les embota, mientras les dispensa esa pizca de fiebre que les permite creerse vivos de algún modo: ligero empujón de lo ilusorio…
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Ya no más aventuras colectivas, no más ciudadanos, sino individuos lívidos y desengañados, capaces todavía de responder a una utopía, a condición, sin embargo, de que venga de fuera, y de que no deba tomarse la molestia de concebirla. Si antaño morían por el sinsentido de la gloria, ahora se abandonan a un frenesí reivindicador; la «felicidad» les tienta.
Apostar a la desaparición de los instintos guerreros, creer en la generalización de la decrepitud o del idilio, el ver lejos, demasiado lejos: la utopía es presbicia de los pueblos viejos.
A lo máximo, concebimos la dicha; nunca la felicidad, privilegio de las civilizaciones fundadas sobre la idea de salvación y sobre la negativa a saborear sus males, a deleitarse en ellos; pero no como sibaritas del dolor, retoños de una tradición masoquista.
¿Quién nos columpiará entre el Sermón de Benarés y el Heautontimoroumenos? «Soy la herida y el puñal»: tal es nuestro absoluto, nuestra eternidad. (Verso del poema de Baudelaire «Heautontimoroumenos»).
Hemos elegido desaparecer por nuestras obras, no por nuestros silencios: nuestro futuro se lee en la risotada de nuestros rostros, en nuestros rasgos de profetas mortecinos y afanosos.
Mientras teníamos el prejuicio de la vida, abrazábamos un error que nos ponía en pie de igualdad con los otros…
Pero nos hemos evadido de la especie…
Desacostumbrados de ser hombres, rompiendo nuestra osamenta, nos ha reducido a una existencia fofa, invertebrada extendiéndose sobre la materia para mancharla de baba.
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«Ponedme las cadenas de la Ilusión», suspira, mientras dice adiós a las peregrinaciones del Conocimiento. Así se lanzará de cabeza en cualquier mitología que le asegure la protección y la paz del yugo.
Declinando el honor de asumir sus propias ansiedades, se comprometerá en empresas de las que obtendrá sensaciones que no sabría conseguir de sí mismo, de suerte que los excesos de su cansancio reforzarán las tiranías.
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Enfermos de duración (dureé), en lucha con el tiempo, esa tara que nos repele tanto como nos seduce. Abocados a formas degradadas de sabiduría. Constituidos de elementos todos los cuales concurren en hacer de nosotros rebeldes divididos: -entre una mística llamada así que no tiene ningún lazo con la historia y -entre un sueño sanguinario que es su símbolo y su nimbo. Si tuviéramos un mundo nuestro, ¡poco importaría que fuese el de la piedad o el de la risotada! nunca lo tendremos. Y nuestra posición en la existencia se sitúa en el cruce de nuestras súplicas y de nuestros sarcasmos, zona de impureza en la que se mezclan suspiros y provocaciones. De la mística escojo la parte de la risotada de buda y de lo ateo escojo la parte de la no-acción que me parece la afirmación de la realidad racional contrafáctica. Andrómeda, agnóstica, ex-tempore.
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enfermos de qué? En efecto nadie nunca se pone malo sin razón. Para que un cuerpo sea atacado en su integridad es necesario que su equilibrio esté ya comprometido. Esto que vale para todas las enfermedades es grotescamente evidente en las enfermedades que afectan a la inmunidad. Estar enfermo no es otra cosa que no haber podido arrojar de uno mismo los elementos patógenos. Mi hipótesis es que nuestros cuerpos y nuestros espíritus están expuestos a una serie de agresiones permanentes que destruyen poco a poco sus mecanismos inmunitarios. Intervenir como médico, como terapeuta, hombre del renacimiento, en la vida de alguien es como entrar de lleno en su universo. Por otra parte, el vacío del corazón es el vacío del tiempo. Y es el tiempo el que está lleno de deserciones. Y yo te sueño con un misterio neto, sin dioses y sin la vehemencia de la ilusión. ~ Yes but insane of what? In effect nobody never becomes bad without reason. In order that a body is attacked in its integrity it is necessary that its balance is already awkward. This that suits for all the diseases is grotesquely evident in the diseases that affect the immunity. Being sick is not another thing that not be able to have thrown of one itself the pathogenic elements. My hypothesis is that our bodies and our spirits are exposed to a series of permanent aggressions that destroy little by little its inmmune mechanisms. Intervening as doctor, as therapist, man of the renaissance, in the life of someone is like to enter squarely in his universe. On the other hand, the emptiness of the heart is the emptiness of the time. And it is the time the one that is full of desertions. And I dream you of a clear mystery, without gods and without the vehemence of the illusion. Andrómeda Epicteto: "La felicidad no consiste en adquirir y gozar sino en no desear". Por eso, todo en ti se llena de flores de tranquilidad. Epicteto: "The happiness does not consist of acquiring and enjoying but of not wishing". For that reason, everything in you full of tranquillity flowers.
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